ME VOY A DAR LA VUELTA AL MUNDO EN TREN: Días 7 y 8 de marzo

Un  millón de gracias por vuestros comentarios. Disculpad que no os conteste, pero cuando por fin dispongo de wifi, no es fácil hacer todo lo que pretendo.


DÍA 7 DE MARZO

EL OLIVO

No es fácil hacerte una opinión seria sobre nada en absoluto habiendo pasado por 4 países en una semana. Ni se me ocurriría tal atrevimiento. Incluso ni aunque fuesen 15 días o un mes. Pero aún lastrado por los prejuicios de nuestra formación y nuestra cultura occidentales, no entiendo el viajar sin la necesidad de hacer un gran esfuerzo de entendimiento y empatía con las gentes de aquellos lugares que te reciben.

Está reflexión me surgió después de la visita del día con Alona, la guía que nos paseó por el centro de Kiev. Y es que este paseo supuso un pequeño privilegio, puesto que sólo participamos en la misma 3 personas, lo que nos brindó una gran oportunidad para dialogar más directamente sobre cuestiones que en la mayoría de las ocasiones no son el centro de las explicaciones. Guerra de Crimea, religión, Unión Europea, Rusia, Cultura, idioma…, son temas que tocamos un poco por encima con Alona, lo suficiente como para suscitar algunas reflexiones.

Casi toda la capital está reconstruida, muy bien por cierto, pero hay que preguntarlo casi cada vez que te paras delante de un edificio o iglesia porque todavía te sorprenden con algún monumento que ha resistido todos los embates de la historia. Y ahí siguen las construcciones mastodónticas de la época soviética, que algunas ya vimos en toda su grandiosidad, pero seguro que había más por ahí recicladas para otros menesteres.

Se palpa por todas partes lo dura que ha sido y sigue siendo la Historia con estos países del Centro y Este de Europa, lugar de paso de todas las ansias imperiales de unos y de otros. Culturas y formas de ver la vida absolutamente diferentes las de polacos y ucranianos, pero en todas las visitas se palpaba ese sufrimiento histórico que les ha unido y no les ha abandonado nunca.

No sabía que Ucrania, como estado independiente sólo tiene 28 años. Me llamó la atención la enorme religiosidad; la de Polonia ya me constaba. Sólo en Kiev hay más de 800 iglesias. Sorprendido al oír que siendo el ucraniano el idioma oficial, la gente prefiera hablar ruso por la calle... Y sin embargo la cultura occidental está presente por todas las calles. Todo esto me sorprendía mucho, me sugería innumerables preguntas. Cada tema podría ser motivo de una tarde de tertulia.

Habíamos desayunado muy fuerte así que apenas teníamos hambre después de la visita. Nos fuimos a un restaurante de comida rápida, donde habíamos cenado el día anterior y nos constaba que tenían carta en inglés. Que claro, sin carta en inglés, camareros que no hablan el idioma y esa “simpatía” crónica que les caracteriza, no sabrías ni qué hacer ni qué pedir.

La cuestión es que nos sentamos en el mismo lugar el día anterior y fue cuando vi por primera vez el OLIVO. Estaba delante de mis narices y no me había apercibido de su silenciosa presencia. Situado en el centro de un cuadrado formado por mesas de esas altas como la altura del mostrador de un bar, colgaba de una de sus ramas un cartel que decía en inglés y ruso: “Hola, soy un olivo, he nacido en Italia hace más de 150 años”.

Sólo me inspiró tristeza. Me recordó una película de 2016 de Iciar Bollain, El Olivo, que cuenta la historia de una chica de 20 años que adora a su abuelo, un hombre que lleva años sin hablar. Cuando el anciano se niega también a comer, la chica decide recuperar el árbol milenario que la familia vendió contra su voluntad. Junto con su tío van en su búsqueda por toda Europa y se lo encuentran en el hall de la sede de una multinacional japonesa en Alemania.

Este de Kiev tuvo menos suerte, sólo está en el local de una franquicia en un centro comercial. Ninguno de los chavales que van a comer allí, saben que eso es un olivo de 150 años y, obviamente, no le tratan con el respeto y la veneración que merece. Posiblemente algún día se seque por falta de luz y de agua y acabará, en el mejor de los casos, en una estufa de leña.


DÍA 8 DE MARZO

PLANTÓN

Tuvimos la suerte de que en la cabina de 4 que nos había tocado en el tren destino Moscú,  sólo íbamos Hasier y yo. Nos instalamos cómodamente y enseguida vinieron a comprobar nuestros billetes y pasaportes. “¿España?”, nos preguntó la chica que pasó revisando los billetes. Nuevamente éramos los dos únicos extranjeros en el vagón. Estábamos muy cerquita de la cabina que ocupaban los revisores, así que se les oía hablar y nosotros sólo les entendíamos una palabra repetida en cada una de las frases que decían: “España”. Yo estaba atento escuchando por si en algún momento iba acompañada de “coronavirus”, pero hubo suerte.

En la frontera rusa, a esos de las 2 de la madrugada (hora rusa, ya a estas alturas. Dos horas más que en España), en el control de pasaportes tuvimos un pequeño interrogatorio. Tuvo que venir un aduanero que sabía algo de inglés, porque el que llevaba la batuta, ná de ná. Y aún así, nos costó entendernos. Un par de veces entró un perro rastreador, que afortunadamente no encontró nada en nuestra cabina. ¿Que qué iba a encontrar? Pues en esas circunstancias no las tienes todas contigo. Bueno, sin más nos echamos a dormir.

Me desperté  a las 8,30h. Me asomé a la ventanilla y lo mismo del viaje anterior: Un monótono paisaje boscoso y un día muy gris y lluvioso. De vez en cuando pasábamos por alguna pequeña ciudad. Se veían construcciones modestas de ladrillo viejo y desgastado, como muchas de las que podemos ver en los barrios periféricos de nuestras ciudades. Cerca de la hora de llegada, en la periferia de Moscú, se empezaron a ver muchas obras de nuevas carreteras y edificios en construcción, generalmente altos, que indicaban un rápido crecimiento de la capital rusa.

Al entrar en el Metro me acordé de aquel viejo dicho ruso: “En el Metro de Moscú, todos los rusos se sienten zares”. Y efectivamente, las paradas están muy cuidadas en cuanto a diseño, decoración y limpieza. Incluso leímos que había una visita guiada que recorría las más bonitas.

Tuvimos suerte y había dejado de lloviznar. Por la tarde teníamos cogido un Free Tour, así que nos fuimos a ver el Museo de la Cosmonautica. Más que nada porque no entraba a en la visita guiada y de las cosas para ver fuera de ella era la que más nos llamó la atención.

Según leímos es un museo muy visitado por la ciudadanía, supongo que están orgullosos de haber sido durante décadas la primera potencia en los temas aeroespaciales. Y efectivamente, había numerosas familias con niños. El museo está bien, pero tampoco me pareció para tanto.

Ya a la tarde fuimos a la visita guiada, pero no apareció el guía. Es lo que tienen los free tours, que como no has pagada nada, te pueden dar plantón. Y como no hay mal que por bien no venga, decidimos hacer el recorrido por nuestra cuenta.

Estábamos al lado de la Plaza Roja, así que no había duda de por dónde empezar. La luz de la tarde estaba a punto de desaparecer por el horizonte, pero aún nos dio la oportunidad de sacar unas estupendas fotos. Caminando hacia el centro de la Plaza, parecía que allí se había concentrado todo Moscú, puesto que la plaza y los alrededores estaban abarrotados de familias con niños. También había mucho extranjero, pero siendo domingo y con buen tiempo, el paseo familiar era el que mandaba. Majestuosa la entrada a la plaza con la Catedral de S. Basilio al fondo.

Con Google Maps en la mano, nos paseamos cómodamente todo el centro, disfrutando de los innumerables monumentos. Al cabo del día habíamos andado 15 km que ya se notaban en las piernas.

Cenamos pronto, y al doblar las últimas calles camino del hotel, ya se vislumbraba que la noche iba a bajar de los cero grados.


FOTOS DÍA 7


















FOTOS DÍA 8



























7 comentarios:

Juanan dijo...

Oye, Javi, hay una cosa que me gustaría saber:¿Cuántas veces te ha preguntado ya Hasier eso de "Aita, falta mucho para llegar"?

Emilio Manuel dijo...

Menuda colección de fotos.

Buen viaje.

Juan L. Trujillo dijo...

Gracias por dejar acompañaros y mostrarnos,(con tus fotos), una gran parte de vuestras experiencias.
P/S.- Al de las condecoraciones solo le falta una chapa de chorizos Revilla.
Abrazos y ánimos.

angel dijo...

Unas fotos preciosas y poco meneo de gente 👈

Tracy dijo...

Una suerte la visita de Kiev en petit comité, esas son las que me gustan porque son en las que se habla de todo.
Las fotos magníficas,.¡vaya hazaña que estáis haciendo!

manouche dijo...

Gracias por ofrecernos un viaje en el silon. Tantas cosas en poco tiempo!!Con el relato y las photos no te perderas nada. Feliz continuacion

rousal dijo...

Por primera vez me estáis empezando a dar un poco de envidia, jajajaja
Es una gozada leer el resumen y ver las fotos tan bonitas que nos pones. Casi que me estoy dando yo la vuelta al mundo!!
Describes tan bien las diferentes situaciones y las sensaciones que éstas te producen, que puedo empatizar completamente trasladándome yo misma a ese lugar.

Avanti !! y que todo os vaya así de bien,

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