El pasado viernes murió mi madre. Tenía 83 años y una demencia que hace años ya le había dejado incomunicada con el mundo.
Cuando hace 5 años cumplía 78 años, quise hacerle una felicitación muy especial. Una felicitación que ella nunca llegaría a leer ni a oír, pero que a mi me serviría para reconocer lo importante que ha sido en mi vida. En aquel momento era una felicitación, hoy es una despedida:
Mi madre es de esas madres de las que “no hay más que una”. ¡Qué tontería, como si pudiese ser de otra manera!
Desde hace unos años mi madre tiene una demencia. Antes pensaba que sólo
existía el Alzheimer ahora ya sé que hay diversos tipos, pero qué más
da. La cuestión es que se está quedando “en blanco”. Día a día va
perdiendo un poquito más la cabeza, todavía nos reconoce, eso sí, mezcla
los recuerdos y así, a veces soy su hijo, a veces su hermano, a veces…
Pero no quiero hablar de las demencias, quiero hablar de mi MADRE, de
las Madres de toda una generación que sólo han sabido trabajar para que
sus hijos fuesen “algo en la vida”.
Mi Madre es como la madre de Mafalda, siempre pendiente de la casa y de
sus hijos. ¡Menuda peleas todos los días en la mesa! No me gustaba la
sopa, pero muchas otras cosas tampoco. Ahí la pelea de mi Madre era
mayor que la de la Madre de Mafalda.
Orden y limpieza por encima de
todo. Cada cosa siempre en su sitio: “Mira Javi, si viene alguien hay que tener todo siempre bien”.
Se pasaba el día trabajando. Hubo una época en la que estuvimos de
emigrantes en la Alemania de los años 60. Trabajar y ahorrar era el
lema, había que sacar tres hijos adelante.
Herederos de una cultura
rural de pura supervivencia, cualquier cosa que se conseguía era
maravillosa, cualquier peseta que se ahorraba era mucho para poder
volver a España y poder comprar una casa.
Mi Madre es de esas madres que al repartir la comida siempre se quedaban
con las sobras. De esas que se especializaron en dejar perfectamente
limpias las espinas del pescado, incluida la cabeza. De esas que sin
tener ninguna preparación se dejaba el resto tratando de ayudarte a
hacer los deberes.
Alguna vez que conseguí sacarla de casa a comer
fuera, sufría al ver la cuenta: “yo en casa lo hago mucho más barato, a
dónde vas a ir a parar”. Hacía
unos postres maravillosos, de “chuparse los dedos”. Estoy seguro de que
podría competir con la mismísima Eva Arguiñano.
Cuando éramos niños
había una tarta que siempre se “despanzurraba”, es decir, que le salía
aplastada por muy buena voluntad que le pusiese. Estéticamente no era
muy allá, pero estaba riquísima. La llegamos a denominar “la
especialidad de la casa”. ¡Menudo cachondeo!
Nunca salía, nunca viajaba: “Más adelante, hijo, cuando seáis mayores e independientes, entonces ya disfrutaré yo de la vida”.
¡Maldita sea!
El único viaje que llegó a hacer fue a la emigración. Ha
gastado toda su vida en sus hijos y cuando por fin podía dedicarse un
poco más a sí misma, ya no le quedaban fuerzas ni ganas para ello.
Lo justo ha llegado a disfrutar de (y con) los nietos en la primera década de la vida de éstos. Ahora ya casi ni les reconoce.
Mafalda es una de mis heroínas de toda la vida. Creo que merece estar
presente en el cumpleaños de mi Madre. Mafalda desde la inocencia de la
niñez nos saca las verguenzas, remueve nuestras conciencias, nos
enternece, nos hace sonreir, nos recuerda la importancia de la palabra
Respeto... es tremendamente humana, Intemporal. Gracias Quino.
Sí, ahora estoy seguro: me alegro de que participe con nosotros de este
Cumpleaños. Cumpleaños, que para mi hoy y ahora es un homenaje a mi
Madre, a todas las Personas que se han dejado la vida “sólo” para que
nosotros tengamos una vida mejor que la que ellas tuvieron.
Gracias mamá, por habernos dado tu vida!