30 de octubre:
Una nueva excursión nos esperaba.
Hay que decir que en El Calafate ciudad no hay gran cosa que hacer. Todo lo que hay está a 2, 3 y hasta 5 horas de distancia en coche o bus, así que cualquier excursión te lleva todo el día.
El día anterior, en el que fuimos a ver al Perito Moreno, no comenté que está dentro del Parque Nacional Los Glaciares, donde hay por lo menos otros tres. Y estos últimos es lo que pretendíamos ver en este día. Uno de ellos, concretamente tiene unas paredes casi del doble que el Perito, es decir, cerca de 140 m de altura. La cosa prometía.
Pero siempre no puede ser como lo que uno desearía, así que ya desde el principio vimos que la experiencia iba a ser totalmente diferente. Si el día anterior caminábamos pocas personas por la pasarela, teniendo incluso momentos de soledad, eso aquí no iba a suceder.
Sólo había una compañía que organizaba la excursión, así que sabíamos que íbamos a ir en un barco con más gente, pero cuando vimos aquello se nos pusieron los pelos de punta: Más de 100 personas hablando todas a la vez y en alto. Y casi todas nos hacían parecer dos chavales. Y no es por meterme con la gente mayor (que yo también por ahí le ando), es que les importaba todo más bien poco todo lo relacionado con la excursión: no atendían a las explicaciones que se daban por los altavoces, hablaban como si estuviesen pidiendo auxilio... en fin... La cosa era salir al toque de corneta a todo correr a la cubierta, sacar unas fotos en la dirección que les indicaban y volver a dentro, al calorcito.
Evidentemente el disfrute fue totalmente diferente. Con decir que casi la gocé más sacándoles fotos a ellos que a los glaciares...
No, no es cierto, me divertí sacándoles fotos, pero disfruté mucho más viendo esos enormes "cubitos" de hielo... azul, esos pedazo de de glaciares, esos árboles retorcidos, podridos... Y hasta en algún momento me despisté un poco para huir de la contaminación acústica que provocaba el personal.
La parte superior del barco era la "VIP", pues también me colé para sacar fotos desde arriba. Me echaron, claro.
¡Ah! Y la impagable charleta con Franco (sí, seguro que sus padres le odiaron desde el mismo momento en que nació), el guía que nos acompañaba a todas partes. Un hombre especialmente didáctico y paciente y con muchísimos conocimientos. Y por supuesto, no pude evitar colocarme a su lado en el paseo por la pasarela y someterlo a un duro interrogatorio, cosa que "sufrió" con agrado. Me consta.
Llegamos al hotel a eso de las 16,30h y como teníamos gimnasio y SPA ¿A qué no sabéis a qué dedicamos la tarde?
Pues eso.
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Una nueva excursión nos esperaba.
Hay que decir que en El Calafate ciudad no hay gran cosa que hacer. Todo lo que hay está a 2, 3 y hasta 5 horas de distancia en coche o bus, así que cualquier excursión te lleva todo el día.
El día anterior, en el que fuimos a ver al Perito Moreno, no comenté que está dentro del Parque Nacional Los Glaciares, donde hay por lo menos otros tres. Y estos últimos es lo que pretendíamos ver en este día. Uno de ellos, concretamente tiene unas paredes casi del doble que el Perito, es decir, cerca de 140 m de altura. La cosa prometía.
Pero siempre no puede ser como lo que uno desearía, así que ya desde el principio vimos que la experiencia iba a ser totalmente diferente. Si el día anterior caminábamos pocas personas por la pasarela, teniendo incluso momentos de soledad, eso aquí no iba a suceder.
Sólo había una compañía que organizaba la excursión, así que sabíamos que íbamos a ir en un barco con más gente, pero cuando vimos aquello se nos pusieron los pelos de punta: Más de 100 personas hablando todas a la vez y en alto. Y casi todas nos hacían parecer dos chavales. Y no es por meterme con la gente mayor (que yo también por ahí le ando), es que les importaba todo más bien poco todo lo relacionado con la excursión: no atendían a las explicaciones que se daban por los altavoces, hablaban como si estuviesen pidiendo auxilio... en fin... La cosa era salir al toque de corneta a todo correr a la cubierta, sacar unas fotos en la dirección que les indicaban y volver a dentro, al calorcito.
Evidentemente el disfrute fue totalmente diferente. Con decir que casi la gocé más sacándoles fotos a ellos que a los glaciares...
No, no es cierto, me divertí sacándoles fotos, pero disfruté mucho más viendo esos enormes "cubitos" de hielo... azul, esos pedazo de de glaciares, esos árboles retorcidos, podridos... Y hasta en algún momento me despisté un poco para huir de la contaminación acústica que provocaba el personal.
La parte superior del barco era la "VIP", pues también me colé para sacar fotos desde arriba. Me echaron, claro.
¡Ah! Y la impagable charleta con Franco (sí, seguro que sus padres le odiaron desde el mismo momento en que nació), el guía que nos acompañaba a todas partes. Un hombre especialmente didáctico y paciente y con muchísimos conocimientos. Y por supuesto, no pude evitar colocarme a su lado en el paseo por la pasarela y someterlo a un duro interrogatorio, cosa que "sufrió" con agrado. Me consta.
Llegamos al hotel a eso de las 16,30h y como teníamos gimnasio y SPA ¿A qué no sabéis a qué dedicamos la tarde?
Pues eso.