Tomo prestado el título de la novela de Julio Verne, porque en los tiempos que corren empiezo a ver mucho "fin del mundo" y poco "faro", y si está ahí, está apagado, por falta de energía.
Desesperanza y poco fe en el futuro: Tengo la sensación de que todo lo que hacen los gobernantes de la "parte contratante de la primera parte" (los nuestros) es un puñetero desastre: Incapacidad para vislumbrar los problemas cuando se están cociendo e incapacidad para gestionarlos con inteligencia cuando ya están ahí. Acabe como acabe lo de Ucrania, esto es y va a ser un puñetero desastre.
Lo de recibir a los ucranianos con los brazos abiertos, alojándolos "dignamente" y con permisos de trabajo desde el minuto cero y con toda clase de facilidades para instalarse entre nosotros, huele a repugnante, mientras el resto de parias, desposeídos por las guerras que nosotros hemos provocado, se pudren en las fronteras de Europa.
La gente de la calle lo comenta y no entiende el agravio. Y como no podía ser de otra manera, hay quien sabe aprovechar muy bien este (y otros) descontentos: Efectivamente, los neofascistas están ahí fuera agazapados, esperando su momento, aprovechando las terribles contradicciones de los inútiles que nos gobiernan.
Es curioso, pero me llama la atención que mientras la prensa airea todo lo que está pasando con todo lujo de detalles, de forma increíble apenas se habla de las excelentes relaciones que ha tenido (y tiene) la ultraderecha europea con el desequilibrado de Putin. Tenemos a los aliados del déspota creciendo entre nosotros como la espuma y nosotros mirando para otro lado. Maravilloso.