Hablábamos el pasado miércoles de la “cultura del miedo” como sustento de este modelo económico. Modelo que se basa en que los seres humanos sólo hacemos las cosas por miedo a algo, en este caso era el “miedo al despido”.
Me acordaba entonces de los buenos de Maslow y Herzberg, que tanto aportaron a las teorías de la motivación de las personas en general y de los trabajadores en particular. Concretamente Maslow lo hace de una manera muy gráfica utilizando la que luego terminó llamándose la “pirámide de Maslow”, que le sirvió para defender la “teoría de la jerarquía de necesidades humanas” la cual reza que conforme se satisfacen las necesidades más básicas (parte inferior de la pirámide), los seres humanos desarrollan necesidades y deseos más elevados (parte superior de la pirámide).
Y me quedé mirando a la pirámide y pensé: "¡Pero si nos hemos quedado en el segundo nivel!"
O sea, que nos la han metido doblada.
O sea, que nos la han metido doblada.
¿¡Tantos años de civilización y de cultura para seguir peleando ahí abajo!?
Recuerdo las crisis de los años 80 y 90, en las que, ingenuamente, gritábamos aquello de “trabajar menos para trabajar todos”. Quizá inconscientemente estábamos reclamando tiempo para escalar peldaños en la pirámide. Que todo no es trabajar y trabajar. Producir, consumir… consumirnos en una vorágine que no nos deja tiempo para nada. La tecnología liberadora, ¿dónde está? ¿No debería estar cumpliendo su cometido?
Ahora resulta que hay que trabajar más horas, hay que ser más productivos. Hay que competir con chinos, indios, brasileños… y como lo de “innovar” no da para mucho, pues hay que equiparar las condiciones laborales con las de estos países… a la baja, claro. Para ello han tirado por la vía de la reforma laboral (una más), que tiene como estandarte lo de “como no andes listo te vas a la p. calle”. Ya nadie se atreve a recuperar aquel viejo slogan: “trab… men… para trabaj… to…”. Bueno, es que se me ha trabado la lengua.
El mundo feliz que nos prometía el sistema ha caído en picado. Empujábamos y empujábamos la roca hacia la cúspide pero se nos ha vuelto a caer y en esta ocasión parece que nosotros hemos caído antes y nos va a aplastar. Podríamos haber aprovechado esos años de bonanza para subir un peldañito de los de Maslow, pero no. Hemos preferido el consumo frenético que supuestamente nos iba a dar la felicidad, sin ser conscientes de aquello del “tener” y del “ser”. Nos engañamos, nos engañan: Señores, ¡que la gente prefiere unos huevos con patatas y “ser” un poco mejor, a langosta todos los días y… “parecerlo”.
Pero aquí estamos porque hasta aquí hemos andado.
Ahora, después de tanto esfuerzo, Debemos salir de debajo de la roca y comenzar a empujarla de nuevo montaña arriba: peores salarios, peores horarios, muchísima gente que a duras penas consigue permanecer en el primer escalón y… una vaga esperanza de que volvamos a ser los reyes del mambo del segundo escalón de Maslow allá dentro de 20 años.
Qué triste.
P.D.: Bronnie Ware, escritora australiana, que trabajó muchos años en cuidados paliativos y enfermos terminales nos enumeraba recientemente los "cinco grandes arrepentimientos de muchos moribundos":
1. Ojalá hubiera tenido el coraje de hacer lo que realmente quería hacer y no lo que los otros esperaban que hiciera
2. Ojalá no hubiera trabajado tanto
3. Ojalá hubiese expresado lo que realmente sentía
4. Ojalá hubiese tenido más contacto con mis amigos
5. Me hubiera gustado ser más feliz.
Demasiados "ojalás" cuando ya nada tiene remedio, y todos del escalón 3 hacia arriba.