VUELTA A LA PENÍNSULA IBÉRICA EN TREN: Reflexiones previas (II)

Enlace a la primera parte

Este plan “B” estaba previsto para hacerlo con mi mujer, en el momento en el que ella también se jubilase, es decir, dentro de unos pocos años, así que después de una reflexión donde he valorado los pros y contras, he decidido hacerlo ahora y solo, como un reto personal, como un espacio de reflexión de mi conmigo mismo, como una pequeña “aventura”, como un viaje iniciático. No, por supuesto que llegado el momento haremos el viaje juntos, faltaría más, pero eso ya tendrá su momento. Será una gran oportunidad para poner a prueba mis dotes de Cicerone.

“¿Y te vas a ir tú solo?” Me preguntan los amigos con cara de... “este está chiflado”. Pues sí, solo.

Hay cierta tendencia a pensar que estas cosas sólo se le ocurre a seres solitarios, raros; que eso de salirte de la rutina habitual es por lo menos “sospechoso”. Pero no tiene por qué ser así. Es más, yo no soy una persona solitaria de esas que se pasan solas muchas horas al día o viajan solas por costumbre. 

En realidad yo nunca he viajado solo, siempre me ha gustado viajar con la familia o con los amigos y disfrutar juntos de la experiencia de visitar y conocer nuevos lugares, nuevas gentes. Pero sí que he valorado siempre como muy importante el hecho de poder disponer de espacios de soledad, de intimidad, donde poder estar libre con mis pensamientos y mi visión de la vida. Estoy convencido de que todos necesitamos de esos espacios, lo que pasa es que algunos los anhelamos más que otros. Y con este viaje he visto una ocasión que ni pintada.

(Continuará)