Sucedía
en la prehistoria de mi tiempo, finales de los 80, joven con ganas de
conocer y comerme el mundo, viajabamos todo lo que podíamos. Sin
tener mucho en cuenta la seguridad personal nos íbamos a los países
más atractivos con la intención de descubrir nuevos mundos, nuevas
gentes, nuevas culturas. En entornos menos amables, descubrimos lo
que se puede parecer al hambre y la sed (experiencias light para
occidentales) cuando pretendías comer y/o beber y no resultaba tan
fácil como aquí. Nos acercamos inconscientemente hasta las cercanas
fronteras de la muerte... de otros, a través de la mirada de gentes
que sabían que su vida no valía absolutamente nada, cuya esperanza
de vida no rebasaba los 40 años y con mucha suerte.
Recuerdo aquellos tiempos como si hubiesen pasado ayer mismo.
Mochileros
sin mucho plan organizado paseábamos por las ciudades saboreando
todo lo que teníamos alrededor como niño que sale por primera vez a
la calle.
Aquel
año tocaba parte de Centro América.
Paseábamos
por Ciudad de Guatemala, con cierta precaución (tampoco demasiada)
pues veíamos seguridad privada por todas partes y eso nunca es
indicativo de verdadera seguridad. Es cierto, nos asustaba más un
guardia armado con cara de pocos amigos que los potenciales peligros
que nos podrían estar acechando. En una de estas intentamos entrar a
lo que suponíamos era un parque público y descubrimos que de
público no tenía nada cuando dos “armarios roperos” de 2x2
metros nos salieron al encuentro apuntándonos directamente con sus
armas. Discretamente y sin rechistar cambiamos de dirección
inmediatamente.
Fue
esa misma tarde cuando subimos a una colina desde la cual se suponía
que se podía ver toda la ciudad. El shock fue tremendo: Al otro lado
se veían miles y miles de chabolas, pobreza y miseria extendiéndose
por la llanura hasta donde nos alcanzaba la vista. Fue el momento en
el que entendimos perfectamente la presencia de tanta gente armada
por la zona “noble”.
Hoy,
tres décadas después, cuando el único mensaje que reciben desde el
mundo civilizado es "muerete sin hacer excesivo ruido",
todas aquellas gentes del otro lado de la colina han decidido que
ellos también tienen derecho a vivir dignamente, así que han cogido
sus harapos y han iniciado una marcha hacia la tierra nunca
prometida.
Sí
recuerdo aquellos tiempos como si hubiesen pasado ayer mismo. Y lo
peor es que es cierto: han pasado ayer mismo y siguen pasando hoy.
10 comentarios:
...et ce n'est que le début d'un nouvel exode de tous les sud vers tous les nord..
Es que eso ha pasado siempre, se llama supervivencia y ocurre desde que el hombre se bajó del árbol allá por un lugar llamado Etiopía y sus alrededores.
Saludos
!Que triste que siga pasando! Y lo que es peor: es que se siguen repitiendo los motivos, para que esto no cambie núnca.
Siguen mandando los de los sombreros blancos y los de los cascos negros.
Un abrazo.
Hola manouche.
Un largo y terrible éxodo.
Hola Emilio Manuel:
Sólo que ahora es terriblemente terrible. Mucho peor que antes.
Un abrazo.
Hola Juan.
Y lo seguiran haciendo durante mucho tiempo.
Un abrazo.
Lo realmente sangrante de la anécdota que rememoras, Javi, es que el parque era público, se había construido con el dinero de todos. Lo que ocurre es que lo habían "privatizado" para aquella elite.
Sí, Juanan, es cierto, se me había pasado ese insignificante detalle.
Te leo en el autobus hacia Bilbao. Impresionsntes recuerdos, por desgracia tan actuales.
Besarkada handi bat
Hola Myriam:
Te leo 1 hora antes de vernos.
Creo que hoy vamos a generar otro tipo de recuerdos mucho más agradables.
Musu handi bat.
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