¿A QUIÉN LE IMPORTA REALMENTE LA ADMINISTRACIÓN?

 Me decía el otro día un empresario que la reforma laboral se iba a cargar todo lo que de valor está aportando una gestión moderna y participativa de las personas en las organizaciones. Añadía que él ha apostado siempre por las personas, que le ha costado mucho integrarlas, formarlas, motivarlas... como para desprenderse de ellas de buenas a primeras. Y que si la empresa estuviese en dificultades reales, la reforma no aportaría nada. O sea que la reforma sólo iba a servir para afianzar la cultura de “si no me sirves, fuera”, es decir hacer el caldo gordo a los que tienen la visión más retrógrada de la gestión de personas en las empresas.

En la administración está pasando otro tanto de lo mismo, sólo que aquí nadie se quiere mojar y empezar a despedir… de momento, porque todos temen las consecuencias políticas.

En este sentido quiero comentar que estamos hablando de uno de los colectivos más rebotados, más ninguneados, más burlados y menos motivados que puedan existir en el mercado de trabajo. El trabajador público en realidad no pinta nada, obedece lo que le mandan y punto. Y es que la administración está diseñada de tal manera que el político es todopoderoso en lo que supone gestión, y eso tiene por lo general muy graves consecuencias. La más visible: la falta de una auténtica política de gestión y dirección de personas, una total ausencia de organización, planificación y establecimiento de objetivos, de lo que consecuentemente nace el estereotipo del funcionario de chiste de Forges.

Desgraciadamente la ley no diferencia entre política y gestión, por lo que nos hemos acostumbrado a que los políticos asuman ambas responsabilidades, es decir, hemos creado la cultura de que el político tiene la potestad de hacer y deshacer a su antojo (siempre dentro de la ley, claro). Manda y ordena como "Dios le dio a entender", puesto que sus conocimientos en gestión son mayoritariamente nulos. Y ni falta que hace que los tenga, claro, puesto que su misión es política, no técnica. Pero es igual. Y así, unos políticos van, otros vienen con otras ideas y formas de hacer absolutamente diferentes, puesto que Dios se lo dio a entender de otra manera y... como consecuencia… el hastío.

Me comentaba un compañero hace años que su político no tenía objetivos, lo que tenía eran "ocurrencias". "Fulano, ven, vamos a hacer tal cosa que se me ocurrió anoche". Y me decía mi amigo que le solía contetar,: "Vale, ¿qué te parece si todos los días, cuando venga a la oficina me quedo cruzado de brazos a la espera de tu ocurrencia del día?" Sobra decir que mi amigo tenía un grado importante de confianza con dicho político, claro. Pero el ejemplo es significativo de hasta dónde puede llegar la desmotivación del trabajador público.

Bien, pues imaginaros que a este colectivo, después de reducirle el sueldo en un par de ocasiones, van y le dicen que tiene que trabajar media hora más al día. Ja, ja. T¡rabajar media hora más, con este panorama! Dice el típico chiste que se acerca un ciudadano a un funcionario y le dice: “Disculpe, ¿ustedes no trabajan por la tarde?” A lo que el funcionario le contesta: “Por la tarde no venimos, cuando no trabajamos es por la mañana”. Pues eso.
¡Qué imagen! Imagen duramente labrada durante años a través de la total ausencia de políticas de personal, la total ausencia de objetivos y de motivación.
Se puede y se debe mejorar la administración. Hay mucho que hacer, pero pienso es que el margen de mejora que tiene la  productividad en la administración es tan grande que a nada que se haga se notaría inmediatamente.

Dicen los chinos que “crisis” es sinónimo de “oportunidad” y nos pasamos el día diciéndoles a las empresas que tienen que saber cambiar, que tienen que buscar su oportunidad para salir fortalecidos de la crisis. ¿Y la Administración? ¿Acaso no es nuestra oportunidad para redefinirla, para repensarla, para buscar modelos de gestión más eficaces y eficientes, en la línea de lo que en otros países están haciendo? ¿Acaso no podemos enfocar por aquí las reformas en vez de hundir aún más la la vocación de servicio y la motivación del personal?


6 comentarios:

A.L. dijo...

Esperemos que los empresarios a pesar de la administración no se aprovechen y tengan sentido común. A ellos tampoco les interesa que el país se hunda porque ellos caerían en picado aún más.
Menos mal que mi jefe (de momento) no piensa en ponerme patitas a la calle :-( Y no hay que darle ideas.
Un post para pensar y buscar soluciones
Un abrazo

Javier Rodríguez Albuquerque dijo...

Ya sabes: habrá de todo unos funcionarán con má ética que otros. La ley está hecha para eso, para que hagan lo que quieran.
Un abrazo.

Camy dijo...

Tus videos acompañan perfectamente a tus entradas.Te felicito. Hoy, me he reído con ganas...
Un beso

Javier Rodríguez Albuquerque dijo...

Hola Camy:
Trato de aportar la parte cómica a nuestras miserias diarias :)
Un beso.

Fernando Solera dijo...

Esta crisis (oportunidad) nos va a obligar a todos a abrir los ojos y buscar nuevas maneras de empujar y salir adelante, también en las administraciones públicas. No creo que haya que privatizar por privatizar, pero sí ser un poco más racionales y un poco menos ocurrentes.

Un abrazo.

Javier Rodríguez Albuquerque dijo...

Hola Fernando:
Es que lo de las ocurrencias lo vivo todos los días ylollevo muy mal.

Publicar un comentario

Después de pulsar PUBLICAR UN COMENTARIO, pulsa TAB hasta ver bien la palabra de verificación. Gracias.