Poema escrito por Javier Gallego, "Cuchillo" emitido en el programa de 
radio Carne Cruda el 31/03/2016 en honor a todos los refugiados que 
tratan de conseguir una vida mejor en Europa.   
Inspirado por la foto del activista Benjamin Julian tomada en el campo 
de Quíos y cedida a eldiario.es. Aparecerá en el libro que Javier publicará próximamente "El grito en el cielo".  
 Con un cuchillo de plástico
 Con un cuchillo de plástico de esos
 que dan en los aviones y ahora también
 en los campos de detención de refugiados
 que los llaman así por no llamarlos
 campos de concentración o cárcel
 con ese cuchillo de plástico
 poco más grande que su mano de 6 años
 Zahra intenta cortar la valla metálica
 que la retiene como a un pájaro
 enrejado. Zahra es siria, es una niña
 aunque parece un jilguero en una jaula
 de hierro y en su mano tan pequeña
 como ese agujero de alambre de la cerca
 al que se agarra con su manita de pájaro
 como si tocase la libertad al otro lado
 el cuchillito de plástico
 recuerda a la cubertería de una casa de
 muñecas o de una de esas cestas campestres
 con la que mis sobrinas juegan a irse de
 merienda a un campo imaginario algunas veces
 sólo que este campo es real aunque no tiene
 más flores que las que chillan de hambre
 en brazos de sus madres porque les falta
 la leche y las muñecas juegan
 a cortar vallas metálicas
 con diminutos cuchillos de plástico
 bajo enjambres de púas que les cortan
 el paso y le hacen heridas al aire.
 Con un cuchillo de plástico
 con un cuchillo de plástico solamente
 tan romo como el futuro por delante
 quiere Zahra defender a sus padres
 de la guerra por detrás y liberarles de
 las rejas de enfrente y desafiar a los
 tanques y obligar a las bombas a
 retroceder también a la sangre
 que brotaba del brazo de aquel hombre  
 y amputar cárceles de alambre duras
 como la piel de los presidentes y desarmar
 a los vigilantes de esa prisión de animales
 en un duelo de espadachines y cazar
 leones con su sable para dar de comer
 a su gente y atravesar las paredes
 como hacían los fantasmas
 en el cuento que le leía su padre
 al acostarse y luchar contra molinos y
 gigantes con su espada de juguete
 y abordar como un pirata a los traficantes
 que hicieron llorar a su madre y a ella
 le dieron un susto de muerte cuando
 la metieron a empujones en aquella
 cáscara de cacahuete en la que no cabían
 más miedo ni más tripulantes
 ninguno dijo nada en todo el viaje
 sólo se oía el llanto de algunos niños
 puede que también el de algunos mayores
 pero se confundía con el rumor de las olas
 que les balanceaban
 como si fueran montados en un elefante
 o como se movía su abuelo Abdullah
 que siempre le contaba que en esa barriga
 tan grande escondía el tesoro
 más fabuloso que uno podía imaginar
 pero luego se murió y lo enterraron con él
 aunque ella se lo dijo a todos pero nadie
 la quiso escuchar si Zahra hubiera tenido
 un cuchillo de plástico como el que ahora tiene
 se lo hubiera podido sacar y quizá hubieran
 podido coger un barco un crucero por el
 Mediterráneo incluso dormir en un hotel.
 Sólo con un cuchillo de plástico
 quiere abrirle un boquete a esa
 tela de araña con patas de metal
 que los ha atrapado en sus redes
 de estaño como insectos de muestrario
 a los que se comerá para la cena si antes ella
 no logra salvarlos. Sólo con un cuchillo de plástico
 no tienen más que un cuchillo de plástico
 Zahra, Aylan, Leila, Jadiga, Abdel, Hassan
 para defenderse de los perros y los golpes y
 los gases para enfrentarse a primeros ministros sin
 órganos vitales para combatir el frío y la
 intemperie para cortar las alambradas y comerse
 su hambre para remar contra la muerte y levantarse en
 armas frente a la Europa que les combate
 como si tuvieran la peste o para
 cavarse una tumba en el barro de los campos
 de Quíos, Idomeni, Moria o Kara Tepe.
 Con un cuchillo de plástico
 con un cuchillo de usar y tirar
 con un cuchillo de pobres
 Zahra quiere aserrar sus barrotes
 como un preso que quisiera
 hacer un túnel
 con una cucharilla de postre.