UN VIAJE POR URUGUAY Y ARGENTINA: DÍA 1

DÍA 10 DE OCTUBRE 2019

Llegamos a Montevideo a las 7.45h sin mayores incidentes.

En el aeropuerto compro una tarjeta SIM para el móvil, lo que me iba a permitir tener Internet durante un mes. 7€ aproximadamente. Merece la pena.

A continuación cogemos un taxi oficial, que no nos parece nada barato, puesto que nos cuesta unos 40€, 1780 Pesos. Enseguida descubrimos que Montevideo no es una ciudad barata. Desde el taxi, dirección al hotel, bordeamos la rambla lentamente mientras nos vamos dando cuenta de que vamos a pasar unos días en una ciudad muy amable: Amplios espacios, grandes zonas verdes, enorme playa… Aunque ya habíamos leído alguna cosa, enseguida se ve que es una ciudad atractiva y moderna. Casi se podría confundir con una ciudad costera turística europea. Ya más adelante leemos que "Montevideo es la ciudad que mejor calidad de vida tiene de todo Latinoamérica". Bueno comienzo.

En el hotel no nos hacen el check-in por ser demasiado pronto y no tener habitaciones disponibles, así que nos cambiamos en uno de los baños del hotel, dejamos las maletas y nos vamos a dar una vuelta por la ciudad.

Sol y temperatura agradable. Hay que aprovechar el día, porque la previsión para los próximos días es bastante negativa: Lluvia y más lluvia.

Vamos caminando hacia la Plaza de la Independencia y la impresión sigue siendo muy positiva. Se ven pocos puestos de venta ambulante y los pocos que hay da la impresión de que están controlados desde la administración.

Llegamoa a la amplísima Plaza de la Independencia, lugar de entrada a la Ciudad Vieja, uno de los atractivos importantes de la ciudad.

Al final del paseo está el Mercado del Puerto, un mercado transformado, lleno de restaurantes donde según llegas se intuye que se va a comer bien.

Eso sí, como en todos los lugares turísticos, los camareros están a la caza del turista, abordándote según pasas al lado y ofreciéndote su carta. Tampoco son muy pesados, todo hay que decirlo. Enseguida nos dimos cuenta dónde queríamos comer, puesto que el dueño cumplía dos requisitos básicos:

• No nos abordó, fuimos nosotros los que nos acercamos a la barra a ver la carta.
• Se acercó amablemente y con mucha discreción a enseñar el producto.

Comimos muy bien, además de charlar un rato con él.

Ya de vuelta, fuimos andando tranquilamente hasta la Plaza de la Independencia donde nos sentamos a contemplar a la gente que pasaba. No era por cotilleo, simplemente el hecho de observar a la gente te da una pequeña idea de cómo es y cómo vive. Sin entrar en valoraciones que no tienen sentido, nos gustó lo que vimos.

A eso de las 16 h. nos acercamos al Palacio Salvo, un precioso edificio de principios de siglo, de unos 100 m de altura, que durante mucho tiempo fue el más alto de todo Sudamérica.

Mucho mejor por fuera que por dentro. Hicimos la visita guiada, muy agradable eso sí, pero se respiraba decadencia por todas partes.

Ya tranquilamente volvimos hacia el hotel. Pero antes de entrar y hacer el check-in, entramos en el mercado de enfrente, también transformado en centro de hostelería (no sé si se está abusando de esta fórmula), y nos tomamos una cerveza.

Hecho el check-in y ocupadas las habitaciones, ducha y a cenar en un restaurante cerca del hotel.

A las 10 h. yo ya estaba dormido.