OPINO: Esta guerra contra el Coronavirus la vamos a... ¿GANAR?

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Quizá se un torpe y un ingenuo, pero yo no veo ninguna guerra contra un bicho microscópico, como nos quieren hacer ver constantemente. Yo lo que estoy viendo es una nueva Guerra Mundial en toda regla, donde el bichejo ese es simplemente el arma que espontáneamente ha dado la oportunidad de que volvamos a asistir a un pulso entre los grandes para ver quién es el que la tiene más grande, siendo los demás las víctimas que vamos a "penar" durante los próximos 20 años.

El mayor fascista del mundo en estos momentos, el impresentable Trump, ha dicho claramente lo que otros muchos no se atreven (o sí), y es que si hay que elegir entre economía y salud pública, él se queda con la economía.

En la línea fascistoide de Trump, el vicegobernador de Texas, dijo públicamente que es mejor que se mueran los débiles para salvar la economía: «Los abuelos deberían sacrificarse»

Y podríamos seguir, porque no han sido los únicos que han dicho tales lindezas. Que por cierto, ¿Por qué nadie les llama claramente fascistas?

Es evidente que muchos mandatarios, pero sobre todo los más nazis, están pensando únicamente en que sus economías deben de seguir adelante a costa de lo que sea. Otros más moderados hablan de buscar un "equilibrio", pero en el fondo, todos están pensando en las "bajas" que son necesarias para que la economía salga lo menos tocada posible.

Yo no tengo dudas, al final, esto es una guerra para ver de quién es la hegemonía del mundo y el bichito ese simplemente un espectador de lujo, un arma de guerra.

¿"Bajas" contabilizadas al final de la Guerra? No demasiadas, la cifra es más que asumible para una desproporcionada población mundial. 

¿Víctimas? Pues como siempre, el resto de los mortales, que veremos cómo las crisis económicas se van enlazando unas con otras de manera de que nunca más volveremos a ver un periodo sin... "crisis".
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LA VUELTA AL MUNDO EN TIEMPOS DE CORONAVIRUS: Algunas conclusiones.

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Ya han pasado unos pocos días desde nuestra vuelta, el jet lag ha ido desapareciendo poco a poco y creo que puede ser un buen momento para   hacer algunas valoraciones.

En primer lugar reafirmarme en la diferenciación entre los conceptos de "viajero" y "turista". Hablábamos de ellos días antes de la partida y ahora me atrevo a confirmar la gran diferencia existente.

En mi vida me he sentido turista muchas veces, demasiadas, pero viajero... viajero sólo en esta. Y por una simple razón: Hemos atravesado por tierra 5 países: Francia, Alemania, Polonia, Ucrania y Rusia (a Tailandia llegamos volando) y, aún permaneciendo poco tiempo en cada uno de ellos, la sensación que queda es la de "transición cultural". Ves y observas desde el tren, por la calle, en el autobús, en el Metro, en el tranvía... No hay saltos abruptos, todo transcurre en un continuo.

Comparado con mis periodos de "turista" me viene a la memoria la idea de la "teletransportación". El turista sale de casa, coge un avión y en un periodo cortísimo de tiempo aparece en el espacio de una cultura totalmente diferente. Incluso me atrevería a decir que es un "viajero en el tiempo", puesto que en muchas ocasiones aparece en una sociedad que podría recordarnos a la España de los años 50 o incluso anterior. ¡Cuántas veces lo hemos dicho!: "Este país me recuerda a la España de los años 60".





Otro aspecto a destacar es la compañía de mi hijo. Para mi la convivencia ha sido estupenda. Creo que tenemos interiorizada la misma idea de cómo debíamos desarrollar nuestro viaje, y eso es mucho. A partir de ahí existen las lógicas diferencias generacionales, pero que no nos han generado ningún problema.

Bueno y destacar que gracias a su pericia con la tecnología, nos hemos podido dar el lujazo de viajar en Metro, Tranvía, Autobús... en todos los países por los que hemos pasado. Es más, se pueden contar con los dedos de una mano el número de taxis que hemos llegado a coger. Y lo diré y repetiré muchas veces, pero no es lo mismo moverte por una ciudad en taxi que en transporte público, ves y aprendes muchísimo más.

Y luego nuestra lucha interna por intentar seguir en ruta cuando todo iba indicando que el camino se acababa. Habíamos conseguido dejar atrás las medidas restrictivas de Ucrania y Rusia, quisimos sortear el cierre de Mongolia y China saltando en avión a Corea... luego a Japón y finalmente acabamos en Tailandia, pero ahí se acabaron nuestras ilusiones. Lo habíamos intentado todo.

Sin embargo la desilusión no fue sinónimo de desánimo. En ningún momento nos vimos derrotados. Es más, todos los días teníamos un plan para hacer y lo afrontábamos con optimismo y decisión.

Bueno, otro aspecto a valorar es la sensación que teníamos antes de la partida en relación a todo el tiempo "libre" del que íbamos a disponer, simplemente por el hecho de tener que pasar muchas horas en un tren. Ambos habíamos cargado con el ebook lleno de libros. un pendrive lleno de películas y Spotify lleno de música. No sé cómo hubise acabado el viaje pero en los 9.000 km que hemos hecho, más allá de escuchar música y algo de lectura, el tiempo se nos iba volando. Inexplicable pero las largas jornadas de Transiberiano no se hacían nada aburridas.

No sé qué es lo que haremos con el resto del viaje. Bastante tenemos ahora con sobrevivir a este desastre. Pero de seguir adelante ya será el año que viene por estas fechas. No hemos hablado de ello porque no creo que merezca mucho la pensa calentarnos ahora la cabeza, pero una cosa está clara, con la experiencia y la información acumuladas, ahora, si se diesen las circunstancias positivas que se dieron para iniciar juntos esta aventura, esa decisión la podríamos tomar de una semana para la otra.
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LA VUELTA AL MUNDO EN TIEMPOS DE CORONAVIRUS: Días 21 y 22 de marzo

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DÍA 21 DE MARZO

VOLANDO VOY...

Ya estaba todo visto. Al menos lo más interesante y algunas cosas más. Sólo podíamos hacer tiempo hasta la salida de nuestros vuelos. Así y todo decidimos darnos un largo paseo hasta un templo que estaba a media hora andando. Ya lo dije el otro día, y no me canso de insistir: Merece mucho la pena caminar por la ciudad, siempre ves cosas nuevas, cosas diferentes. Cuando sales de las zonas más turísticas la gente hasta te saluda con una sonrisa e inclinando levemente la cabeza. Me encantó una pequeñísima imprenta en una lonja que daba a la calle. La máquina parecía más que prehistórica y allí estaba tirando folletos. Lástima de foto. A veces me cuesta pedir permiso y eso que nunca me lo han negado.

Fue un gran paseo si no fuese por los siempre incondicionales calor y humedad. Terrible. No hay manera de no volver empapado al hotel. Aún así muy bien. 

A las 17 h tenía que coger el taxi al aeropuerto. Hasier se quedaba hasta el día siguiente puesto que su vuelo, a Londres no salía hasta las 13 h. del día 22.

Con tiempo más que suficiente llegué al aeropuerto. Poco que contar, los aeropuertos están diseñados para que todo sea lo más rutinario posible. Creo que es el único lugar del mundo donde agradecemos, encarecidamente, que la rutina se cumpla siempre.

La primera etapa hasta Doha, Qatar.









22 DE MARZO


VOLANDO VENGO. PERO LLEGAR, LLEGO EN TREN


Oficialmente ya era día 22 cuando aterrizamos en Doha. Me tocaba una espera de 7 h hasta el siguiente vuelo, así que me instalé cómodamente en una sala especial del aeropuerto para esperas largas, con asientos bastante ergonómicos. Creo que dormí unas cuantas horas.

Ya a la hora de embarcar para Madrid, me encontré de morros con la foto del día, que desgraciadamente no pude sacar puesto que la cola de embarque me arrastraba sin contemplaciones. Era un chico sentado en el suelo con dos enormes paquetes de papel higiénico. De estos que venden en los supermercados con 12 ó 24 rollos en cada paquete. No me imaginaba yo que llegásemos al contrabando del apreciado producto. Me recordó a mis tiempos, cuando comprabamos tabaco de extraperlo en el bar de siempre, traído directamente de Galicia. Tiempos aquellos.

Llegados a Madrid, tren de cercanías a Chamartín donde a las 16,15 partía el tren que une Madrid con la “Capital del Mundo”.

Después de todos los avatares, desvíos, vuelos innecesarios y no previstos que habíamos vivido, disfrutado e incluso sufrido, que el último tramo de la forzada vuelta hubiese sido en tren, me lo tomé como una señal de que esto no había acabado aquí. El viaje no había terminado, sólo habíamos hecho una pausa para poner un rato de publicidad. Rato que aprovecharíamos para “pulir” el resto del plan y así, cuando este gravísimo episodio del coronavirus haya llegado a su fin reanudar el periplo.

Terminando de escribir esta crónica en el avión, ya me estaba imaginando dentro de un año comenzando el relato de la primera etapa con un… “Como decíamos ayer”. Me encantó la idea.

Bueno, y no quiero finalizar sin daros un fuerte abrazo y agradeceros vuestra compañía, casi militante, a todos los que habéis seguido esta aventura. A los que además me habéis dejado comentarios y opinión, doblemente agradecido. Eso sí, pediros disculpas por no haber podido contestar, pero la presión del tiempo y la falta de wifi muchas veces me lo impedían.

Gracias a los que habéis mandado mensajes de ánimo a través de Whatsapp, los cuales he agradecido enormemente, especialmente cuando las cosas se empezaban a poner difíciles.


Y sobre todo gracias a mi familia, que desde el aislamiento de la España en cuarentena, nos han seguido y animado a pesar de que les estabamos quitando el sueño. Un beso muy fuerte a todos, que lo dejo apuntado en el “debe” para cuando pueda ser real y suene como tiene que sonar un beso.

Y el beso más sonoro que se pueda dar, para mí mujer y mi hija que seguro que lo han pasado peor que nadie.
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LA VUELTA AL MUNDO EN TIEMPOS DE CORONAVIRUS: Días 19 y 20 de marzo

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DÍA 19 DE MARZO

LA MÁSCARA DE HIERRO

Vamos andando hacia el hotel por la calle peatonal y un tipo nos aborda para convencernos de que nos hagamos un traje. Ya ni le miramos sorprendidos porque no era el primero. Inmediatamente se dirige a un chico que va caminando delante de nosotros con una enorme mochila a la espalda, pantalón corto y barba de unos días. No sé lo que vio en él pero pensó que le podía vender un traje a medida.

Aquí deben de ser famosos porque los hacen muy bien, incluso deben tener un excelente precio. Tan bueno que  la oferta consiste en mandarte el traje a casa e incluso te las guardan durante 8 o 9 años por si les encargas algún otro por por internet. Vamos, como lo de ir a hacerte un injerto de pelo a Turquía.

El negocio debe de funcionar porque hay muchos haciendo la oferta.

No habíamos llegado al hotel cuando vimos que se acercaba lentamente de frente una moto con sidecar. El conductor con un pequeño megáfono iba anunciando su presencia. Detrás, viajaba su hija que vaibairando el móvil distraida. En el sidecar, una montaña de bolsas de palomitas. Un chico joven le hace una señal, la moto se para, la hija deja el móvil, le alarga una bolsa y le cobra. El padre arranca y ella sigue con su móvil. Todo aquí es así. Casi merece más la pena pararte en una terraza y ver pasar la vida que ir a visitar el fantástico recinto de un templo.

Pues eso precisamente es lo que hicimos este día: Ir a ver templos. Nos cogimos un  minibus y nos fuimos a Ayutthaya, una pequeña ciudad al norte de Bangkok declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

La parada del bus estaba al lado de una enorme estación de trenes, una gran explanada con carreteras de 4 carriles la rodeaban por todos los lados. Una locura. Debajo de un paso de peatones elevado, un “sin techo” tirado en el suelo. Parece que había dormido allí. No sorprendía verle tanto por la suciedad que arrastraba como por  llevar puesta una máscara de las protección contra el coronavirus que, claro está, tenía más mierda que su ropa. Se estiró y parecía que se iba a levantar, nosotros pasamos de largo hacia la parada de nuestro bus.

Llegamos al destino al cabo de hora y media. No habíamos terminado de bajar del minibus, cuando nos abordaron un par de conductores de Tuc - Tuc intentando vendernos un recorrido por todas las ruinas. Les dijimos que íbamos a ir caminando pero no se rindieron… hasta que fuimos desapareciendo de su horizonte.

A nuestro ritmo sin prisa, fuimos visitando las ruinas más interesantes. Espectaculares. Un pelín deteriorados, pero con las maquetas que ponen a la entrada te puedes hacer una perfecta idea de lo que fue aquello. Un privilegio poder visitar tanto y tanto monumento sin casi turistas. Época ideal para fotógrafos.

A lo largo de las visitas nos encontramos con uno de Bilbao que estaba haciendo la visita con un argentino. Nos comentó que en un par de ocasiones le habían cambiado los vuelos de vuelta y que estaba bastante preocupado. Que se lo habían comunicado por mail. Nosotros tranquilos porque no habíamos recibido ningún correo, pero aún así entramos a mirar en la APP de las líneas aéreas de Qatar: Me habían anulado el vuelo de Doha (Qatar) a Barcelona. Los otros dos vuelos, de Bangkok a Doha y de Barcelona a Bilbao, permanecían en activo.

Empezamos a llamarles por tl. una y otra vez. Nada. Mandamos un mail y por fin nos contestaron que fuésemos a la oficina de la línea aérea en Bangkok. Empezamos a pensar de todo, pero como no había nada que hacer, seguimos adelante con la visita, ya pensando en ir a primera hora del día siguiente a las oficinas de Qatar Airways.

Gracias el bilbaino que nos habíamos encontrado, nuestro problema podría ser resuelto antes de la fecha del vuelo. O eso esperábamos, claro.

El calor y la humedad no nos abandonaron, es más, aumentaron, porque la temperatura y la humedad de la zona eran mayores y porque el sofocón de la mala nueva también ayudaba lo suyo.  La sensación era la de estar todo el día empapados. Terrible.

Pudimos adelantar la vuelta a Bangkok, así que a las 18,30 h estábamos de nuevo en el hotel. Una buena ducha y a cenar.



















DÍA 20 DE MARZO

LAS CHICAS DE LA CRUZ ROJA

A las 8,50 h ya estábamos delante del elegante edificio de oficinas donde Qatar Airways tiene las suyas. Nos hicieron esperar hasta las 9 en punto para darnos número con turno. Éramos el nº 5.

Tres chicas perfectamente uniformadas atendían a los curiosamente, dadas las circunstancias, pocos clientes que pretendíamos arreglar nuestro problema con esa línea aérea.  Nos informaron de todas las posibilidades que había para el cambio. Haciendo el mismo recorrido (Bangkok - Doha - Barcelona - Bilbao) sólo existía una posibilidad a corto plazo, que era salir el martes 24. Evidentemente mi intención ya era marcharme cuanto antes, aunque fuese en otra combinación menos ventajosa, así que nos buscó otra muy similar a la que ya tenía: Bangkok - Doha - Madrid, saliendo también el sábado a una hora similar. Yo perdía el vuelo a Bilbao, pero ganaba en tiempo. Me compensaba.

Ya con la solución bajo el brazo nos fuimos de nuevo a Chinatown, donde habíamos dejado de ver un templo debido a que estaba cerrado cuando fuimos hace un par de días. Esta vez estaba cerrado por el coronavirus.

Como no había nada mejor que hacer, nos volvimos paseando hasta el hotel por una ruta diferente a la que habíamos utilizado días antes ya de noche. El bochorno impide muchas veces disfrutar como es debido de lo que estás visitando, de lo que estás viendo, pero yo creo que es imprescindible ejercer de “gran observador” de una manera casi militante: 

La tarde la hicimos en la piscina del hotel descansando, leyendo, etc.






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LA VUELTA AL MUNDO EN TIEMPOS DE CORONAVIRUS: Días 17 y 18 de marzo

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DÍA 17 DE MARZO

ALEA JACTA EST

Según salimos a la calle nos mentalizados de que iba a ser un día de mucha humedad, lo que significaba que íbamos a estar todo el día sudando. Tocaba un día de turisteo así que nos pertrechamos adecuadamente con crema solar, sombrero, agua y calzado cómodo y... adelante.

El hotel tenía un servicio gratuito que te llevaba a alguna de las atracciones importantes más cercanas, así que la aprovechamos y nos fuimos a ver El Gran Palace y el Templo de Wat Pho.

Monumentos = Muchas fotos. Viendo esas bellezas te emocionas enseguida y siempre terminas tirando cientos de fotos que luego te resulta imposible filtrar. Conclusión: Me esperaba un duro día sacando fotos y una terrible resaca filtrando lo mejor. Además me había propuesto no sacar fotos-postal como las que te puedes encontrar fácilmente por internet, intentando buscar otros puntos de vista de los monumentos, buscando algo de originalidad. Si es que me meto en unos líos...

No defraudaron: Impresionantes los recintos mencionados.

Insoportables los merodeadores que se posicionan cerca de los monumentos intentando captarte para su restaurante, llevarte en un tuc tuc, venderte algo… Y es que además de insoportables son incombustibles, son de una tenacidad increíble.

Ya finalizada la visita nos fuimos a comer. Nuestro tema de conversación principal de estos días, como no, era la evolución de nuestro viaje y su futuro. Ya sentados en un restaurante con aire acondicionado (muy importante esto porque con el grado de humedad que hay puedes terminar desquiciado de los nervios), volvimos al tema: Ahora  mismo la salida del país no estaba fácil. La única opción viable que veíamos era irnos a Australia y aguantar estoicamente 15 días de cuarentena obligatoria con el fin de, a partir de ahí, poder seguir avanzando por otros países hacia el Este. Revisando una y otra vez la información actualizada en Internet, sobre los diferentes países de la zona, confirmamos que todos los que nos rodean en Tailandia tienen restricciones muy serias para españoles. Sin embargo vimos que había un posible resquicio para entrar en Vietnam y así poder recuperar la primera de nuestras rutas. Terminando de comer decidimos acercarnos a la embajada de Vietnam en Bangkok, que no estaba muy lejos. Cerraba a las 5 de la tarde, por lo que todavía nos daba tiempo de ver el templo de Wat Arun, que estaba relativamente cerca. Había que pasar el río en un bote de pasajeros, que hace el recorrido cada pocos minutos. Una maravilla, como los anteriores recintos.

En la embajada no duramos ni dos minutos. Imposible. En cuanto vieron el pasaporte español nos mandaron dar media vuelta.

Pues nada, como aquí hay mucho que ver nos fuimos a pasar el  resto de la tarde a Chinatown. No muy diferente al centro histórico en el que estábamos alojados, pero con sabor chino 100%. Tengo que destacar que es toda una experiencia pasear por esas calles llenas de puestos apretados unos con otros, vendiendo cosas de lo más inverosímiles. En esta situación pienso que es un privilegio poder pasear sin apenas turistas y disfrutar de la dura vida de una ciudad como esta. Y las posibilidades para hacer mejores fotos son infinitas. Volvería una y otra vez por esas calles a intentar reflejar un poquitín la esencia de la vida de esta gente.

Y ya siendo hora de sentarnos a tomar algo, vimos allí mismo, en medio del barrio, un imponente hotel que ofrecía terraza con vistas en el piso 23. Pues allá que fuimos. Sabíamos que iba a ser un poco caro pero teníamos la esperanza de que se compensase con buenas vistas. Y así fue.

Ya de vuelta a nuestra zona, decidimos que antes de cenar nos daríamos un buen masaje en los pies. Hay decenas de puestos en la calle y en locales que ofertan todo tipo de masajes. Uno sencillito de media hora en los pies era un capricho más que merecido. Además, al cambio eran menos de 3 € cada uno.

De vuelta al hotel la noticia terrible: España tenía previsto cerrar las fronteras marítimas y aéreas, e invitaba a volver a todos los españoles que estuviesen en el extranjero. Nos queríamos seguir resistiendo a la vuelta, queríamos albergar la esperanza de que a pesar de las dificultades se podía seguir avanzando, pero este vez era el mazazo definitivo a nuestras ilusiones.

No podíamos arriesgarnos a no poder retornar en un largo periodo de tiempo, sobre todo pensando en la familia, y que además pudiese surgirnos algún contratiempo, como enfermedad o accidente que nos obligarse a volver y no poder hacerlo. Y viendo cómo es la sanidad en estos países… Así que, muy a nuestro pesar, decidimos volver.

Era ya tarde, era mejor dejar para el día siguiente la compra de billetes de avión para la vuelta.

































DÍA 18 DE MARZO 

UN  RAMITO DE VIOLETAS

La mañana la dedicamos a descansar. Nos levantamos un poco más tarde, compramos los billetes de avión para la vuelta y nos fuimos a la piscina del hotel. Sencilla pero muy bien.

Por la tarde seguimos con el plan tranquilo. Nos cogimos un barco que hace un largo recorrido por el río hasta llevarnos a lo que vienen a llamar “La City”, es decir, la zona que está llena de rascacielos en los formatos más inverosímiles, edificios mayormente dedicados a hoteles, bancos oficinas… El barco hacía diversas paradas intermedias que permitían bajar y ver los monumentos que estaban en las cercanías. Estaba pensado para dar un servicio similar al de un “autobús turístico”. Nosotros ya habíamos visto la mayoría de los monumentos, así que seguimos hasta el final del trayecto sin bajarnos.

A la vuelta decidimos bajarnos en una parada que anunciaba que allí había un “Mercado de las Flores”. Pensamos que sería algo diferente para ver, y así era. Un enorme espacio donde más que vender ramos de flores directamente al público, se preparaban las flores, en ramos, en bolsas… Se trabajaban en diferentes formatos y colores, me imagino que para todo tipo de eventos o lugares. Muchas de ellas seguro que para adornar los diferentes puestitos que se ven por todas partes dedicados a Buda y otras para los pedestales más grandes, enormes, con la foto del Emperador en una pose del siglo XV. Es increíble pero no os podéis imaginar la cantidad de todos estos espacios que te vas encontrando por las calles, dedicados a ensalzar la figura del Emperador.

El lugar me gustó mucho, más que nada porque tenía el encanto de la naturalidad, puesto que por allí no andan los turistas y la gente  está a lo suyo. Hasta te saludan con una sonrisa más sincera. A dos señoras que les pedí permiso para hacerles una foto me la dieron sin ningún problema. Eso no ocurre en las zonas turísticas, donde seguro que pretenderían sacarme unos dinerillos.

Era pronto pero había anochecido ya. Estábamos a media hora andando de nuestro hotel y decidimos volver gastando suela. A mí me hacía especial ilusión porque no me quería perder un paseo tranquilo por las calles donde hacen sus verdaderas vidas los ciudadanos de Bangkok.

Calles poco iluminadas, estrechas, pero para nada daban miedo o temor. Me llamaron mucho la atención los puestitos de comida y la gente comiendo. Digamos que a nivel primario hay 3 niveles de “restaurante”: El puestitos pequeño que te vende cualquier cosa y que te la comes según vas caminando. El que  además de eso, se ha adueñado de un trozo de acera y ha colocado 4 mesas birriosas con sus sillas para dar un servicio de mayor calidad a sus clientes. Y finalmente el que se ha hecho con una lonjita pequeña, muy pequeña, y hace lo mismo pero en el interior, a salvo del las lluvias torrenciales, cuando llega su época. Son lugares en los que nunca comería, más que nada porque los conceptos de “higiene” no son los mismos y eso podría afectar a mi salud, pero me admira verles a ellos hacerlo con total naturalidad. Pasar al lado de la gente que está sentada en su mesa, comiendo con su hijo, marido, amigo o vecino, no tiene nada que ver con ver lo mismo en la zona turística.

Una experiencia para disfrutarla.

Llegando a nuestro hotel, todo volvió a la “normalidad


















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