Cuando recientemente veíamos las terribles ejecuciones en directo de periodistas por parte de los componentes del denominado Estado Islámico, se nos ponían los pelos de punta y hasta nos parecía bien que los EE.UU. fuesen a bombardearlos. Cualquier cosa menos permitir que lleguen hasta aquí y nos impongan sus leyes medievales.
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Reflexión de mi amigo Luis Potes |
Cuando hace unos días nos confirmaron (cosa que ya sabíamos o deberíamos saber) las terribles torturas que la CIA ha infligido a centenares de detenidos, ya casi nos importa menos. "Al fin y al cabo lo hacen por una causa justa, son de los nuestros", tendemos a pensar.
Eso sí, no cualquier país desclasifica documentos y los hace públicos como lo hacen en EE.UU. ¡Olé sus huevos!
"Ellos son los malos, ellos empezaron primero, ellos quieren imponer la su ley al resto del mundo..."
¿Y quién suele decir estas cosas? Cualquiera que se sienta atacado, invadido, amenazado. Así que ese "cualquiera" lo tiene fácil para encontrar la justificación que le interesa para cometer las barbaridades que se le ocurran.
Hoy bombardean con drones un poblado que está de boda y no dejan ni a uno (esto es lo que se llama "daños colaterales"), mañana, los "otros" le cortan la cabeza a uno de los nuestros (esto es lo que se llama "asesinato").
Pues no, no nos engañemos. Por mucho que tratemos de buscar diferencias no hay manera de encontrarlas. Podemos llamarlo como queramos, pero tanto la CIA, como los del Estado Islámico, son la misma basura. Y nosotros no podemos mirar hacia otro lado... como siempre, porque la realidad es que somos los peones de una partida de ajedrez, una partida de ajedrez en la que creemos no estar, partida en la que ni siquiera sabemos a qué color jugamos. Pero sí. Ahí estamos.
Y ya sabemos qué es lo primero que se sacrifica en una partida de ajedrez, ¿no?
Exactamente.