Una de las emociones más apasionantes de la vida se produce cuando percibes un olor que te arrastra radicalmente a la niñez o a la adolescencia, como las que os sugería con la FOTO del pasado viernes. La memoria hace un rapidísimo viaje en el tiempo trasladándote justamente a ese momento en el que tu abuela asaba castañas o jugabas en la habitación de un amigo tuyo o entrabas a un teatro de aquellos en que todo era madera o simplemente borrabas en tu cuaderno con aquella inolvidable goma de borrar MILAN.
Otra emoción del mismo nivel o superior nace cuando de repente oyes una de esas canciones que antaño tuvieron un significado para ti. Y no me refiero a un recopilatorio de “la edad de oro del pop español”, sino a una de esas canciones que cuando la oyes de fondo en un bar tomándote una cerveza con un amigo todo se paraliza, o mejor dicho el que se paraliza eres tu, concentrado en esos maravillosos sonidos mientras el mundo sigue a su ritmo. De repente vuelves al mundo real y le interrumpes a tu amigo para decirle: “¿No oyes esa canción? ¡Qué maravilla! Hacía tiempo que no la oía”. La respuesta de tu acompañante será indefectiblemente: “Ah, ¿pero hay música en este bar?, yo es que no oigo nada”. Y seguirá hablando, mientras que tu, con el vello erizado sonríes. ¡Ah! ¡Qué maravillosos momentos! Sólo el hecho de intentar recordarlos ya es todo un placer.
Es sobre todo cuando llegas a una edad adulta, cuando se manifiestan con más intensidad aquellos recuerdos que nacen de los olores, de los sabores y de la música. Decía una amiga que esto sucede porque en la niñez somos como esponjas que absorbemos todo. Todo puede llegar a emocionarnos, por el mero hecho de descubrirlo. La emoción de la candidez o la candidez de la emoción, diría yo.
Será verdad, pero ¿eso quiere decir que en la edad adulta somos incapaces de absorber cándidamente la información que nos llega? ¿Quiere decir que en el futuro sólo nos seguiremos emocionando cada vez menos y sólo por los recuerdos de la niñez y de la adolescencia?
No sé si "sólo", pero lo que sí es cierto es que nuestra capacidad de emocionarnos va decreciendo a medida que creemos saberlo "casi todo". Ya no hay sabores, olores, sonidos... que nos puedan sorprender.
¿O sí?
Pues sí, aunque no lo parezca todavía hay muchísimo por descubrir aunque no lo queramos reconocer. Nos escudamos en citas como aquella de “sólo sé que no sé nada”, pero en realidad lo creemos saber todo: “¡A mí me lo vas a decir!”
Hablamos de la música de los 70 como si fuese la única “buena” que se ha hecho: “Si es que música como la de los 70 ya no se hace”. Sin percatarnos de que esa tontería la ha dicho todo el mundo con relación a “su” década prodigiosa. Y es que simple y llanamente no queremos reconocer que hemos dejado de oír música… a menos que vayamos de boda y conectemos el hilo musical en el trabajo.
El otro día estaba en una conferencia y recuerdo que dijo el conferenciante: “los países del sur son mucho más creativos porque llevan la música en el cuerpo”. “Eso significa que se siguen emocionando con la música”, pensé yo.
Emociones… música… creatividad… ¡Mecagüenlaleche! No era esta mi intención pero resulta que vamos a concluir que nuestra capacidad de emocionarnos está directamente relacionada con nuestra creatividad. ¡Vaya sorpresa! ¿O no?
Bueno, pues mientras tratamos de relacionar nuestras emociones con la creatividad, os voy a dejar una de las canciones que me emocionan cada vez que la oigo. Esa armónica, esos cambios de ritmo, esa voz...
¿Te atreves a contarme una de las que te emocionan a ti?
Otra emoción del mismo nivel o superior nace cuando de repente oyes una de esas canciones que antaño tuvieron un significado para ti. Y no me refiero a un recopilatorio de “la edad de oro del pop español”, sino a una de esas canciones que cuando la oyes de fondo en un bar tomándote una cerveza con un amigo todo se paraliza, o mejor dicho el que se paraliza eres tu, concentrado en esos maravillosos sonidos mientras el mundo sigue a su ritmo. De repente vuelves al mundo real y le interrumpes a tu amigo para decirle: “¿No oyes esa canción? ¡Qué maravilla! Hacía tiempo que no la oía”. La respuesta de tu acompañante será indefectiblemente: “Ah, ¿pero hay música en este bar?, yo es que no oigo nada”. Y seguirá hablando, mientras que tu, con el vello erizado sonríes. ¡Ah! ¡Qué maravillosos momentos! Sólo el hecho de intentar recordarlos ya es todo un placer.
Es sobre todo cuando llegas a una edad adulta, cuando se manifiestan con más intensidad aquellos recuerdos que nacen de los olores, de los sabores y de la música. Decía una amiga que esto sucede porque en la niñez somos como esponjas que absorbemos todo. Todo puede llegar a emocionarnos, por el mero hecho de descubrirlo. La emoción de la candidez o la candidez de la emoción, diría yo.
Será verdad, pero ¿eso quiere decir que en la edad adulta somos incapaces de absorber cándidamente la información que nos llega? ¿Quiere decir que en el futuro sólo nos seguiremos emocionando cada vez menos y sólo por los recuerdos de la niñez y de la adolescencia?
No sé si "sólo", pero lo que sí es cierto es que nuestra capacidad de emocionarnos va decreciendo a medida que creemos saberlo "casi todo". Ya no hay sabores, olores, sonidos... que nos puedan sorprender.
¿O sí?
Pues sí, aunque no lo parezca todavía hay muchísimo por descubrir aunque no lo queramos reconocer. Nos escudamos en citas como aquella de “sólo sé que no sé nada”, pero en realidad lo creemos saber todo: “¡A mí me lo vas a decir!”
Hablamos de la música de los 70 como si fuese la única “buena” que se ha hecho: “Si es que música como la de los 70 ya no se hace”. Sin percatarnos de que esa tontería la ha dicho todo el mundo con relación a “su” década prodigiosa. Y es que simple y llanamente no queremos reconocer que hemos dejado de oír música… a menos que vayamos de boda y conectemos el hilo musical en el trabajo.
El otro día estaba en una conferencia y recuerdo que dijo el conferenciante: “los países del sur son mucho más creativos porque llevan la música en el cuerpo”. “Eso significa que se siguen emocionando con la música”, pensé yo.
Emociones… música… creatividad… ¡Mecagüenlaleche! No era esta mi intención pero resulta que vamos a concluir que nuestra capacidad de emocionarnos está directamente relacionada con nuestra creatividad. ¡Vaya sorpresa! ¿O no?
Bueno, pues mientras tratamos de relacionar nuestras emociones con la creatividad, os voy a dejar una de las canciones que me emocionan cada vez que la oigo. Esa armónica, esos cambios de ritmo, esa voz...
¿Te atreves a contarme una de las que te emocionan a ti?
14 comentarios:
A cole, a nuevo, a comienzo, a mi padre...
La goma de borrar inevitablenblemente nos lleva a la niñez, aunque tembién tengo algún recuerdo muy negativo que algún día contaré.
Tu post una delicia.
A tu pregunta te dejo este enlace, igual es revelador:)
http://katy-tocandootrospalillos.blogspot.com/2010/04/recuerdos.html
Un abrazo
Bueno la verdad es que soy joven todavía y muchas de las canciones que escuchaba cuando era más joven las sigo escuchando ahora, pero si que experimento esa sensación cuando por casualidad escucho las sintonías de las series de dibujos animados que veía de niño. Es increíble el poder que tienen de arrastrarte a tus recuerdos, de conectar con esas emociones que tenias cuando las escuchabas a diario. Y es que el cerebro crea vínculos muy fuertes y muy duraderos entre acciones y emociones (por eso es tan difícil cambiar un hábito).
En cuanto a los olores. Las casas tienen olores, todas, aunque no seamos capaces de reconocer el de nuestra propia casa. La casa de los tíos de mi madre, a la que iba a comer todos los domingos hasta que murieron cuando tenía yo 8 años, tenía un olor muy peculiar. El caso es que tenemos en casa un mueble que fue de aquella casa y aunque parezca mentira cada vez que abro un cajón de ese mueble me llega el olor inconfundible de aquella casa y todos los recuerdos como si estuvieran encerrados en ese cajón esperando a que alguien les abra para invadirle.
Recuerdo aquella tortilla de patata que me hacía mi abuela. La nata que quedaba en la parte de arriba del caldero de la leche recién ordeñada. La primera vez que ví "la leyenda de la ciudad sin nombre". Los dráculas (polos).
Me encanta recordar...
Salu2
Hola Katy:
Preciosa reflexión.
Me siento totalmente identificado con lo que cuentas y cómo lo cuentas.
Me alegro de haber sacado el tema.
Un abrazo.
Hola Julen:
Los muebles, las casas... No lo he mencionado, pero el olor de las casas de mis amigos, todavía está muy presente.
Me acuerdo ahora de una canción de Pedro Guerra que dice en una de sus estrofas:
"Hay sensación en las casas antiguas
de que algo queda de quien las vivió"
Una maravilla. Merece la pena oirla.
Un abrazo.
Hola Toni:
Lo de la nata en mi casa era todo un ritual. No me acordaba de ella, cuando resulta que ha tenido un papel fundamental en mis desayunos.
Gracias por recordármela.
Un abrazo.
Aquí llega el rezagado:) La goma de borrar a regañina, no hay que borar tanto y además que la perdía con frecuencia.
Un olor el del antipolillas en los armarios de mis abuelos.
Oh pero que delicia recordar el perfume de mi primer amor...
El olor de abrir un periódico nuevo, el olor a leña, a puchero. Tantos y tantos que me pondría blandito si sigo.
Buen post para archivar junto a los recuerdos.
Un abrazo
Hola Javier:
Fantástico post y también el de Katy. Cuando comenté a Katy, le decía que me gustaba eso de redescubrir. Hoy voy un poco más allá. quizá más que redescubrir es recuperar. Mucha gente reniega del pasado, y lo olvida. Yo me quedo con lo bueno, como esta canción de Supertramp. Yo la primera vez que la escuché fue en "Paris" un album sin desperdicio.
Un abrazo
Hola A.L.:
Y qué importa eso de ponerse "blandito". De vez en cuando está muy bien.
Un abrazo.
Hola Fernando:
Como no podía ser de otra manera tengo que decirte que tengo ese disco. Y me encantan los dos conceptos que aportas "redescubrir" y "recuperar". Ambos tienen profundos significados.
Un abrazo.
Hola Javier: aquí viene esta rezagada. No conocía la canción. lamentablemente por esos años andaba en cuestiones de supervivencia y no tenía nada de tiempo para la diversión.
Quizás por eso, porque no pude vivir ni una niñez feliz ni una adolescencia como otros que si, es que nunca he perdido la capacidad de emocionarme, sorprenderme y de jugar con ese niño que llevo dentro.
Quizás eso haga que me sienta siempre joven y dinámica y siempre agradecida por los regalos que la vida me brinda y que jamás, tomo por obvios.
Un abrazo
Hola Myriam:
Quizá ese tiempo "perdido" no lo sea tanto cuando a lo largo de la vida se tiene la sensación de estar recuperándolo.
Me parece a mi.
Un abrazo.
Hola Javier:
Como más o menos somos coetáneos compartimos olores, músicas y sensaciones. Sin embargo y no sé porqué hay una canción que para mí marca el paso de la infancia a la adolescencia comprometida y esa es "Qué será" en la versión de José Feliciano.
Un abrazo y gracias por las evocaciones.
Hola Josep:
Me alegro de que te hayas "desnudado" con tu canción. Evidentemente para mi no pasó desapercibida y también tiene su huequito en mi album de "fotos".
Un abrazo.
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