BELLE ÉPOQUE

Cada vez que llegan unas elecciones tengo la sensación de que somos seres indefensos absolutamente manipulables y finalmente manipulados, porque terminamos votando lo que quieren que votemos. Y es curioso, está todo el sistema tan bien construido que casi no quedan resquicios para la esperanza, al menos para aquellos que creemos en una sociedad diferente y más justa.

Me acuerdo de la revolución “de los claveles” en Portugal, me acuerdo de la transición española, momentos históricos, de cambio, que se quedaron en... cualquier cosa menos "cambio". Y así podríamos seguir por diferentes países hasta desembocar en la reciente “Primavera Árabe” que ya estamos viendo cómo está acabando.

No sé cómo, pero he llegado a esta reflexión pensando estos días en las elecciones autonómicas catalanas y la terrible manipulación de la información que se está haciendo. Todos mienten. Mienten terriblemente, sin rubor, sin dejar siquiera un pequeño espacio para que el ciudadano se informe y decida a base a una información veraz y transparente. ¿Verdad? ¿Transparencia? ¿Qué es eso? Los medios de comunicación, ahora es su momento, están mostrando la mayor de sus fidelidades a los amos, a los dueños de toda la prensa española, que no olvidemos son los que tienen el dinero de este país. Decía Ryszard Kapuściński, periodista polaco y Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 2003 que "Cuando se descubrió que la información era un negocio, la verdad dejó de ser importante".

Me parece intolerable la utilización del independentismo para ocultar el terrible fracaso de una gestión nefasta en Cataluña, pero no encuentro calificativos para las intromisiones de Obama, de “la Merkel”, de David Cameron... y me enfurecen en extremo las amenazas directas de los bancos con irse de Cataluña.

¿Alguien está pensando realmente qué es lo que realmente quieren los ciudadanos?

Toda esta vergonzosa manipulación ha venido a coincidir con la entrega del Premio Nacional de Cinematografía a Fernando Trueba y, otra vez, no sé por qué, lo uno me ha llevado a lo otro.

La cosa es que el realizador madrileño se vio envuelto en una polémica después de decir en el discurso que pronunció al recoger el Premio Nacional de Cinematografía que "nunca había tenido un sentimiento nacional", como hombre partidario de suprimir las fronteras, y que no se había sentido español "ni cinco minutos de su vida".

El patrioterismo español saltó inmediatamente a la yugular, además de halagarle con los mejores de sus insultos. Faltaría más.

Días después, preguntado por la polémica contestó: "Hay tantas cosas en el cine por hacer, tanto que reivindicar, que pensé que mejor que hacer una charla reivindicativa, que siempre estoy igual, me dije que mejor no, que mejor que se rieran un ratillo". De modo, dijo, que optó por "una charla que no fuera conflictiva ni provocadora ni nada". Y remató: "Es curiosa la vida, pasa lo mismo con las películas; uno quiere hacer una comedia y le sale un drama".

Fernando: Te quiero.