FABRICANTES DE FRUSTRACIONES

Los fines de semana, cuando vamos a tomar unos vinos con los amigos, se suelen formar dos grupos: el de los chicos, que hablan de deportes y el de las chicas, que antes hablaban de "niños" y ahora hablan de adolescentes problemáticos y de padres "achacosos" (dicho esto último con todo el respeto).

Yo normalmente no sé dónde meterme, porque de deportes entiendo más bien poco y del resto de los temas no paso del "primer asalto". Y no es por falta de interés en relación a los adolescentes y a la salud de los padres, lo que pasa es que cada cosa tiene su medida y creo que hay otros temas de los que se puede “platicar” sin darle constantemente vueltas a lo mismo. Así que sobrevivo, esas maravillosas sesiones de “poteo” intentando hacer "evolucionar" las conversaciones a temas diferentes de los habituales.

Bueno, también tengo que aclarar que el hecho de que evite de las conversaciones de deportes no quiere decir que no sepa apreciar un buen partido y que no disfrute de él. Es más, suelo ver alguno de esos partidos que de antemano se suponen “de calidad” y me lo paso muy bien.

La situación de división entre los dos grupos se agudiza aún más cuando llegan los campeonatos de futbol. Me refiero a los mundiales y/o los europeos. Llegado ese momento el resto de deportes deja de existir para hablar sólo del balompié.

El hecho es que en el pasado campeonato de Europa, curiosamente participé en las conversaciones de una forma más animada, porque percibí algo diferente en el juego de la selección española que me hizo ver las cosas de otra manera. Es más disfruté con su juego y deseé abiertamente su triunfo. Esto es importante resaltarlo porque muchos en Euskadi tenemos la fama de ser “anti-selección española” y esto no es del todo cierto, es más, es bastante menos cierto de lo que se dice, porque esto de ser “anti” tiene su matización, salvo el en el caso de los nacionalistas incorregibles, con los que evidentemente hay poco de qué hablar. Y es ahí donde quiero llegar porque son precisamente los “nacionalistas incorregibles”, los “nacionalistas incorregibles españoles” los que hacen que muchos, en innumerables momentos seamos “anti”. Y ahora me estoy refiriendo a demasiados periodistas de deportes de cualquier medio de comunicación español, que enarbolan de bandera de “¡Santiago y cierra España!” tres meses antes del evento de turno.

¡Dios mío! ¡No hay quien les aguante! ¡Hacen que me sonroje!

Ese patriotismo de tercera división, ese patrioterismo del siglo pasado, esas soflamas que llaman a la cruzada… Sí, ya sé: lo de pan y circo, pero… será que me estoy haciendo mayor pero cada día los aguanto menos.

Así pues tengo que confesar que cuando soy “anti”, soy “anti” gracias a ellos. Reconozco que me he “muerto” de risa cuando he visto caer a “la Selección” en “cuartos”, “humillados” por selecciones de países que hay que buscar en Wikipedia para saber dónde están, o cuando nuestro jugador estrella ha fallado lo imposible. Y es que al día siguiente siempre se han puesto a buscar culpables fuera: los árbitros, el mal estado del terreno de juego, la diarrea que tuvieron “nuestros” jugadores porque “algo les echaron en la cena”. La cuestión era buscar y señalar con el dedo a los enemigos de la patria que han impedido, una vez más” que nuestra “flota” cumpla su misión.

Y así, entre frustración y frustración, señalando en la lejanía a los culpables de que no volvamos a ser “una unidad de destino en lo universal” hemos ido creciendo los españolitos y los que no se consideran tal.
Yo, estas últimas semanas he procurado “pasar” de la ola de peroratas patrioteras que situaban a la “roja” en la final… y la ganaba. Lo he hecho porque tengo la sana intención de verla jugar y disfrutar de ese juego que, a priori, es capaz de hacer.

Y para no apagar la tele e irme al cine, seguramente tendré que ver el partido de turno sin el sonido de la tele ni de la radio, porque conocidos algunos locutores, toda precaución es poca.

¡"Vaya Semanita" que nos espera!