LA MÁSCARA DE HIERRO
Vamos andando hacia el hotel por la calle peatonal y un tipo nos aborda para convencernos de que nos hagamos un traje. Ya ni le miramos sorprendidos porque no era el primero. Inmediatamente se dirige a un chico que va caminando delante de nosotros con una enorme mochila a la espalda, pantalón corto y barba de unos días. No sé lo que vio en él pero pensó que le podía vender un traje a medida.
Aquí deben de ser famosos porque los hacen muy bien, incluso deben tener un excelente precio. Tan bueno que la oferta consiste en mandarte el traje a casa e incluso te las guardan durante 8 o 9 años por si les encargas algún otro por por internet. Vamos, como lo de ir a hacerte un injerto de pelo a Turquía.
El negocio debe de funcionar porque hay muchos haciendo la oferta.
No habíamos llegado al hotel cuando vimos que se acercaba lentamente de frente una moto con sidecar. El conductor con un pequeño megáfono iba anunciando su presencia. Detrás, viajaba su hija que vaibairando el móvil distraida. En el sidecar, una montaña de bolsas de palomitas. Un chico joven le hace una señal, la moto se para, la hija deja el móvil, le alarga una bolsa y le cobra. El padre arranca y ella sigue con su móvil. Todo aquí es así. Casi merece más la pena pararte en una terraza y ver pasar la vida que ir a visitar el fantástico recinto de un templo.
Pues eso precisamente es lo que hicimos este día: Ir a ver templos. Nos cogimos un minibus y nos fuimos a Ayutthaya, una pequeña ciudad al norte de Bangkok declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
La parada del bus estaba al lado de una enorme estación de trenes, una gran explanada con carreteras de 4 carriles la rodeaban por todos los lados. Una locura. Debajo de un paso de peatones elevado, un “sin techo” tirado en el suelo. Parece que había dormido allí. No sorprendía verle tanto por la suciedad que arrastraba como por llevar puesta una máscara de las protección contra el coronavirus que, claro está, tenía más mierda que su ropa. Se estiró y parecía que se iba a levantar, nosotros pasamos de largo hacia la parada de nuestro bus.
Llegamos al destino al cabo de hora y media. No habíamos terminado de bajar del minibus, cuando nos abordaron un par de conductores de Tuc - Tuc intentando vendernos un recorrido por todas las ruinas. Les dijimos que íbamos a ir caminando pero no se rindieron… hasta que fuimos desapareciendo de su horizonte.
A nuestro ritmo sin prisa, fuimos visitando las ruinas más interesantes. Espectaculares. Un pelín deteriorados, pero con las maquetas que ponen a la entrada te puedes hacer una perfecta idea de lo que fue aquello. Un privilegio poder visitar tanto y tanto monumento sin casi turistas. Época ideal para fotógrafos.
A lo largo de las visitas nos encontramos con uno de Bilbao que estaba haciendo la visita con un argentino. Nos comentó que en un par de ocasiones le habían cambiado los vuelos de vuelta y que estaba bastante preocupado. Que se lo habían comunicado por mail. Nosotros tranquilos porque no habíamos recibido ningún correo, pero aún así entramos a mirar en la APP de las líneas aéreas de Qatar: Me habían anulado el vuelo de Doha (Qatar) a Barcelona. Los otros dos vuelos, de Bangkok a Doha y de Barcelona a Bilbao, permanecían en activo.
Empezamos a llamarles por tl. una y otra vez. Nada. Mandamos un mail y por fin nos contestaron que fuésemos a la oficina de la línea aérea en Bangkok. Empezamos a pensar de todo, pero como no había nada que hacer, seguimos adelante con la visita, ya pensando en ir a primera hora del día siguiente a las oficinas de Qatar Airways.
Gracias el bilbaino que nos habíamos encontrado, nuestro problema podría ser resuelto antes de la fecha del vuelo. O eso esperábamos, claro.
El calor y la humedad no nos abandonaron, es más, aumentaron, porque la temperatura y la humedad de la zona eran mayores y porque el sofocón de la mala nueva también ayudaba lo suyo. La sensación era la de estar todo el día empapados. Terrible.
Pudimos adelantar la vuelta a Bangkok, así que a las 18,30 h estábamos de nuevo en el hotel. Una buena ducha y a cenar.
DÍA 20 DE MARZO
LAS CHICAS DE LA CRUZ ROJA
A las 8,50 h ya estábamos delante del elegante edificio de oficinas donde Qatar Airways tiene las suyas. Nos hicieron esperar hasta las 9 en punto para darnos número con turno. Éramos el nº 5.
Tres chicas perfectamente uniformadas atendían a los curiosamente, dadas las circunstancias, pocos clientes que pretendíamos arreglar nuestro problema con esa línea aérea. Nos informaron de todas las posibilidades que había para el cambio. Haciendo el mismo recorrido (Bangkok - Doha - Barcelona - Bilbao) sólo existía una posibilidad a corto plazo, que era salir el martes 24. Evidentemente mi intención ya era marcharme cuanto antes, aunque fuese en otra combinación menos ventajosa, así que nos buscó otra muy similar a la que ya tenía: Bangkok - Doha - Madrid, saliendo también el sábado a una hora similar. Yo perdía el vuelo a Bilbao, pero ganaba en tiempo. Me compensaba.
Ya con la solución bajo el brazo nos fuimos de nuevo a Chinatown, donde habíamos dejado de ver un templo debido a que estaba cerrado cuando fuimos hace un par de días. Esta vez estaba cerrado por el coronavirus.
Como no había nada mejor que hacer, nos volvimos paseando hasta el hotel por una ruta diferente a la que habíamos utilizado días antes ya de noche. El bochorno impide muchas veces disfrutar como es debido de lo que estás visitando, de lo que estás viendo, pero yo creo que es imprescindible ejercer de “gran observador” de una manera casi militante:
La tarde la hicimos en la piscina del hotel descansando, leyendo, etc.
5 comentarios:
A ver, figura, que me he perdido. Estáis de vuelta a casa o qué???
Os daba ya en Bilbao.
Abrazos.
Ya estás volando camino de Quatar, y luego, a Madrid!
Ya no te queda nada para estar en casa.
Ánimo!!
El domingo dormirás en casa 🏠
Hasta pronto💪😜❤️
¡Feliz regreso!!!
Espectacular reportage que nos sale de nuestras paredes !
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