FOTOS DE UN VIAJE INCREÍBLE (V)

 DESIERTO DE ATACAMA (I)

Teníamos comprados los billetes de autobús desde hace un tiempo, así que teníamos de nuevo viaje en autobús nocturno desde Salta a S. Pedro de Atacama. Había un agravante: Esta vez no era en "cama", era en "semi-cama".  Efectivamente, se cumplieron los presagios: Una noche terrible, a lo que había que añadir 3 horas de papeleo en la frontera con Chile. "¡No más buses!", dijimos. A partir de ahora trayectos largos en avión.

Unos asientos más adelante iba una mujer joven con tres niños menores de 10 años, ocupando 2 asientos entre los 4. Ella era muy alta y muy voluminosa, lo que quiere decir que ocupaba mucho del pequeño espacio que tenían asignado. El más pequeño durmió en su regazo, otro en el asiento y el tercero en el suelo. No se oyó ni una queja en toda la noche.

Uno de los grandes recuerdos que conservo es el amanecer, atravesando el desierto con todo el pasaje del autobús dormido. Los paisajes constantemente cambiantes eran increíbles. Hice muchas fotos, la gran mayoría movidas por el traqueteo del autobús, así que dejé el disparador en paz y me limité a disfrutar del momento.

Llegamos a S. Pedro de Atacama: Para "mear y no echar ni gota" que decimos por acá. La primera impresión fue como ver un pueblo de esos del Oeste Americano al que sólo le faltaba esa especie de arbusto rodante, que se ve en las películas.

A modo de campamento base para partir a las diferentes excursiones, se trata de un pueblo sin identidad alguna, cuyo único objetivo es vender productos turísticos y estancias muy básicas a precio de hotel de 5 estrellas. Llegamos a pagar 7 € por una cerveza en un bar de mala muerte.

Lo más destacable en este pueblo fue la terrible tormenta que cayó una tarde en la que paseábamos buscando algo que ver, después de la excursión de la mañana. Ríos de agua embarraban las calles sin asfaltar, arrastrando en su camino todo lo que encontraba.

Refugiados en un bar, conseguí algunas fotos decentes.