Tomo prestado el título de la novela de Julio Verne, porque en los tiempos que corren empiezo a ver mucho "fin del mundo" y poco "faro", y si está ahí, está apagado, por falta de energía.
Desesperanza y poco fe en el futuro: Tengo la sensación de que todo lo que hacen los gobernantes de la "parte contratante de la primera parte" (los nuestros) es un puñetero desastre: Incapacidad para vislumbrar los problemas cuando se están cociendo e incapacidad para gestionarlos con inteligencia cuando ya están ahí. Acabe como acabe lo de Ucrania, esto es y va a ser un puñetero desastre.
Lo de recibir a los ucranianos con los brazos abiertos, alojándolos "dignamente" y con permisos de trabajo desde el minuto cero y con toda clase de facilidades para instalarse entre nosotros, huele a repugnante, mientras el resto de parias, desposeídos por las guerras que nosotros hemos provocado, se pudren en las fronteras de Europa.
La gente de la calle lo comenta y no entiende el agravio. Y como no podía ser de otra manera, hay quien sabe aprovechar muy bien este (y otros) descontentos: Efectivamente, los neofascistas están ahí fuera agazapados, esperando su momento, aprovechando las terribles contradicciones de los inútiles que nos gobiernan.
Es curioso, pero me llama la atención que mientras la prensa airea todo lo que está pasando con todo lujo de detalles, de forma increíble apenas se habla de las excelentes relaciones que ha tenido (y tiene) la ultraderecha europea con el desequilibrado de Putin. Tenemos a los aliados del déspota creciendo entre nosotros como la espuma y nosotros mirando para otro lado. Maravilloso.
1 comentarios:
El faro, como metáfora de la luz que nos guía entre la niebla de tanta palabra huera, o en la oscuridad de nuestra propia ignorancia.
El fin del mundo, como imagen de los confines de todo lo conocido, como la última frontera del saber.
Pero no.
Esa luz que, más que alumbrar, nos ciega desde un horizonte cada vez más cercano, ese fuego abrasador, parece más bien el del hongo atómico, multiplicado en esta ocasión por el número de locos peligrosos con botón de fire al alcance de su dedo.
Está claro que en tal caso el fin del mundo sería simplemente eso, el fin del mundo.
Todas estas reflexiones que, desde innumerables ámbitos, empezando por la tasca y acabando en la universidad, pasando por los medios de comunicación de todo pelo, realizamos con motivo de la invasión de Ucrania y consiguiente guerra iniciada por Rusia, se ha visto estos días "enriquecido" por un texto de hace ya algunos años, pero que algunos han creído que sigue de plena actualidad. Es este de aquí: https://paralalibertad.org/por-que-me-importa-mas-un-ucraniano-que-un-sirio/
En él, Sánchez Ferlosio intenta explicar a los "equidistantes" por qué nos debe o, si no es así, nos debería, importar más la muerte de un ucraniano que la de un sirio, por poner un ejemplo. Incluso de 12 sirios. Y leyéndole creo que llega a insinuar, citando a Adam Smith, que aunque fueran todos los sirios (con los chinos, ejemplificaba el filósofo y economista escocés). Y lo hace de una manera epistemológica, científica, incluso. Y nos conmina a que no seamos demagogos, ni falsos. Desde su principio de autoridad reconozco que el señor Ferlosio a mí, y a ratos, parecía convencerme. Pero qué va. Para mí que hace trampas. Para mí que le importa lo mismo un ucraniano que un sirio. En concreto, algún número igual o menor que cero.
Y en todo caso, para los millones de personas que ni le han leído ni le van a leer en su puñetera vida, a los cuales no va a poder convencer con su trabajada argumentación, se la trae al pairo, más allá de un ligero movimiento de cabeza al tiempo que suspiran algo así como que "qué loco está el mundo".
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