NAVES EN LLAMAS MÁS ALLÁ DE ORIÓN

Hablábamos la pasada semana de Carl Sagan y de su enorme aportación a la Ciencia. Me acordaba entonces de esas tertulias de sobremesa en las que charlamos sobre el Cosmos, viajes espaciales, sondas enviadas a otros planetas…, Charlas en las que suele ser frecuente oír comentarios del tipo: “Con todo el hambre que hay en el mundo no sé cómo se puede despilfarrar el dinero en estas cosas”.

Lo cierto es que me cabrea bastante la comparativa, la insensibilidad, el desconocimiento, la ignorancia..., porque se les podría ocurrir ser la mitad de críticos con la inversión que se hace en fabricar armas, que es precisamente la principal causante de las miserias de este mundo. Pero no, es mejor ser crítico precisamente con lo que nos hace humanos que es la curiosidad por saber, por conocer, por dar respuestas a las preguntas que nos vienen preocupando desde siempre. Supongo que por esta razón en este país se recorta sin piedad el presupuesto en ciencia sin que a casi nadie le preocupe. Luego, eso sí, nos quejamos amargamente de que nuestros jóvenes mejor formados se tienen que ir a trabajar al extranjero.

Si nos han anulado el sentido crítico y la curiosidad a base de pan, circo y... "Sálvame”, ¿qué nos queda?

Pues sí, nos sigue quedando.

Desde mi absoluta ignorancia, no dejo de maravillarme viendo que somos capaces de descubrir galaxias que están a miles de millones de “años luz”. Me asombra que seamos capaces de detectar la luz de planetas que posiblemente hayan dejado de existir hace mucho tiempo.  Que hayamos aprendido a leer los mensajes ocultos que vienen en un rayo de sol y que nos hayamos acercado, aunque sea un poquito, a entender qué pasó hace 6.800 millones de años, en ese supuesto Big Bang, que hizo posible que 3.500 millones de años después apareciese vida en este perdido planeta.

Somos capaces de aterrizar un vehículo en Marte y hemos hecho llegar una sonda a Plutón que está a 8.700 millones de km.

Y todo esto ¿para qué?

Pues nada más y nada menos que para buscar respuestas a la razón de ser de la maravilla que contemplamos cuando levantamos la vista.

Al mismo tiempo que pienso en estas cosas, no puedo dejar de imaginar a ese ser torpe y asustado, que en un momento de su existencia, se irguió en la sabana africana, hace 2,5 millones de años, con el fin de ver qué se había un poco más allá. Y a partir de ahí, no dejó nunca de mirar más y más allá.