A veces la línea divisoria entre la vida y la muerte es imperceptible. Otras simplemente no existe.
Javier Nart, en la “Columna Invitada” del periódico económico EL ECONOMISTA, escribió hace unos días un artículo titulado ISLAM Y MODERNIDAD. En él nos habla de que prestigiosos personajes de la vida social, cultural y económica de nuestra sociedad nos están previniendo de los peligros del fundamentalismo religioso proveniente del Corán y de la nula compatibilidad de la doctrina de Mahoma con la sociedad moderna.
Como queriendo reforzar este argumento acude a dicho Libro Sagrado para buscar ejemplos del tratamiento específico que se le hace a la mujer:
• “Las mujeres están sujetas a sus maridos, las cuales ni traigan por defuera descubiertos los cabellos” (recuerdo a mi abuela siempre de vestida de luto desde los 35 años y con un pañuelo a la cabeza).
• Las mujeres se vistan decentemente (…) sin cabellos encrespados.
• La virgen no descubra más que los ojos para salir a la calle.
• “Ellos deciden si han de ser sabias o les basta con ser discretas”
Finalizando el artículo nos dice: “Les mentí. Los textos citados no son del Corán, sino cristianos cristianísimos”.
El artículo, muy bien escrito por cierto, me dio mucho que pensar. Coincidencia que en esos días estuve viendo AGORA, de Fernando Amenábar, película que nos habla de la Ciencia y la Religión en tiempos de la Biblioteca de Alejandría. En una de las escenas ya finalizando la película, se lee la Biblia ante un numeroso público y se comprueba que lo que se lee va en la misma línea que lo citado más arriba. Se me ponían los pelos de punto viendo cómo se arengaban las masas cristianas para conseguir el poder civil y subyugar o eliminar a los disidentes. La Ciencia, representada por el personaje de Hipatia fue literalmente masacrada, destruida.
La película me gustó mucho por lo que rebusqué en Internet y encontré unas declaraciones de Amenábar los días del estreno: “Ágora es, en muchos sentidos, una historia del pasado sobre lo que está pasando ahora, un espejo para que el público mire y observe desde la distancia del tiempo y del espacio, y descubra, sorprendentemente, que el mundo no ha cambiado tanto".
Y es verdad, tal vez hayan cambiado los protagonistas pero el guión desgraciadamente sigue siendo el mismo. Lo estamos viendo todos los días en las noticias: Asesinatos, masacres, inmolaciones en nombre al Alá. Fanatismo religioso puro y duro. Pero ¡cuidado! Por favor, no metamos a todos en el mismo saco, que todos los musulmanes no son iguales. Hay que ser justos y separar “el grano de la paja”, porque supongo que la mayoría de los cristianos querrán distanciarse de aquellos escritos denigrantes para la mujer o de aquellos bárbaros que a lo largo de siglos y siglos no han reparado “en gastos” para convertir y/o aniquilar al “infiel”. ¿Verdad? Pues eso, pongamos cada "respeto" en su sitio.
Si me permitís más coincidencias, el 11 de octubre Eduardo Punset escribía una preciosa entrada titulada “La delicadeza de Darwin”. En ella habla de una carta de Darwin en la que dice: “Aunque soy un fuerte defensor de la libertad de pensamiento en todos los ámbitos, soy de la opinión, sin embargo (equivocadamente o no), de que los argumentos esgrimidos directamente contra el cristianismo y la existencia de Dios apenas tienen impacto en la gente; es mejor promover la libertad de pensamiento mediante la iluminación paulatina de la mentalidad popular que se desprende de los adelantos científicos. Es por ello que siempre me he fijado como objetivo evitar escribir sobre la religión limitándome a la ciencia”.
Sigue Punset: “Es fascinante constatar hasta qué punto Darwin tuvo excelso cuidado en mantener el rigor de sus planteamientos científicos sin herir a los que no los compartían. En este sentido (y a nivel anecdótico), no me digan que no era enternecedora la actitud de Emma, la esposa de Darwin, profundamente religiosa, cuando repetía a sus amigos que el mayor de sus pesares era saber que Charles no podría acompañarla en la otra vida”.
Como Darwin, Hipatia, la protagonista de AGORA, “tuvo excelso cuidado en mantener el rigor de sus planteamientos científicos” de principio a fin, sin interferir en ninguna creencia. Y así le fue: Muere asesinada por defender la Libertad de Pensamiento. Muere por defender la Ciencia. Muere porque quería mantenerse al margen. Y eso no podía ser.
Para mi todo esto son ejemplos que nos tienen que hacer aprender como sociedad y como personas. Pero sobre todo deberían hacer reflexionar a los que se esfuerzan tenazmente en que las sociedades asuman sus principios religiosos y éticos y no reparan en medios para conseguirlo. El fin sigue justificando los medios. Triste.
Poco a poco (afortunadamente) los Estados y las Confesiones Religiosas se alejan más y más. Los Países Occidentales (y no todos) podemos estar un poco más avanzados en esta línea, pero queda todavía una parte muy importante del mundo que no. Diferenciar real y claramente el mundo civil del religioso, respetando la Libertad de Pensamiento y los Derechos Humanos, sería un paso muy importante para que el mundo fuese un poco mejor. ¿No os parece?
Y como en Euskadi tenemos nuestra propia versión de la Biblia, aquí os dejo el primer capítulo.